Cuando yo era niña…en mi casa y las casas de la mayoría de mis amigas...la mujer…es decir, la madre, era la todopoderosa en el hogar o mejor dicho en el cuidado del hogar y los hijos. El marido, el padre, era necesario para la supervivencia económica y para cuando hubiera desórdenes de dimensiones más bien grandes. Recuerdo que una de mis amigas, solamente una entre una treintena de niñas que convivíamos en la misma clase…hablaba de su padre con absoluta admiración, él era un ídolo para ella y nos contaba cosas de su padre que nos resultaban extrañas. Las demás queríamos mucho a nuestros padres y sabíamos que ellos nos querían a nosotras…pero nuestras madres eran quienes tenían el monopolio de lo emocional. Y el padre que conocíamos daba más bien una imagen firme que se resistía a mostrar sus sentimientos, era el símbolo de la seguridad…pero también el que proveía y a veces se perdía ver crecer a sus hijos por estar tan ocupado en su trabajo.
Mi padre sí daba señales de su gran sensibilidad…puede que no fueran demasiado explícitas, pero las fui descubriendo poco a poco. Las fui percibiendo cuando me hice algo mayor. Mi mayor impacto se produjo cuando él sufrió una operación y vi cómo agradecía que día a día fuera a visitarlo al hospital. Si bien quería disimular y mantenerse en su papel de hombre fuerte y rudo…su compañero de habitación me contaba que si me retrasaba un poco en mi visita diaria, mi padre se ponía nervioso…y que él se daba cuenta de cómo le cambiaba el rostro cuando yo hacía acto de presencia. Y en verdad hizo que conociera una faceta que él tenía escondida, oculta…pero latía en su interior deseando salir al exterior. Supongo que no encontró oportunidad de expresarse antes. En todo caso…siempre fue un buen padre y lo sigue siendo.
Hoy en día, creo que la función paterna es bien distinta, creo que tiene un nuevo sentido y una nueva dimensión. Los padres abrigan a sus hijos, los arropan, los abrazan y acarician…se abren a las necesidades más sutiles de sus hijos: las emocionales y las psíquicas. Los padres trabajan el vínculo afectivo y amoroso con sus hijos día a día, de la misma manera que las madres. Ellos quieren desarrollar sus aspectos emocionales y permitir que esa cualidad que ellos también poseen, ayude a construir hijos más sanos. El padre aporta elementos esenciales en la crianza de los hijos.
Ahora los padres ya no tienen temor a mostrar su propias emociones, porque saben que cuando su debilidad es el amor, son las personas más fuertes del mundo…saben que no por mostrarse emocionales dejan de transmitir seguridad y estabilidad…sino todo lo contrario…saben que ser sensibles no está reñido con su fortaleza y coraje.
Puede que los padres actuales, quieran comprometerse a ser la clase de padre que tuvieron ellos mismos o el padre que hubieran deseado tener. Por eso…no “ayudan” con los hijos para aliviar a la madre, sino que comparten responsabilidades, participan del cuidado de los niños en diferentes actividades cotidianas. Son padres cercanos, cariñosos y tiernos muy distantes de ser modelos autoritarios, fríos y lejanos.
Por eso creo que dedican más tiempo para sus hijos que los padres de antaño, que sacan horas, minutos y segundos hasta debajo de las piedras para dedicar a sus hijos lo mejor que pueden darles…tiempo... y por muy apretadas que sean sus agendas…casi siempre están disponibles. Por eso también saben comunicarse con los niños, saben escucharlos y atender sus necesidades. Se interesan de corazón y eso hace que los mismos niños se abran a sus padres con absoluta naturalidad. Además de lo anterior, entienden que pueden disciplinar a los niños con amor…y que precisamente los debe disciplinar si los ama…pero no pierden ocasión de alabar a sus retoños cuando deben hacerlo ya que entienden que “las palabras dichas a su tiempo son como manzanas de oro con adornos de plata” y que los elogios enriquecen a los niños como seres humanos además de elevar su propia autoestima.
Así, hoy por hoy, no es difícil de encontrar padres de película…similares a los que alguna vez hemos visto en la gran pantalla. Están por todas partes…y se dejan ver…dejan su esencia allí donde van…
…como Guido Orefice, en la película “La vida es bella”, un italiano descendiente de judíos que es deportado a un campo de concentración nazi junto a su hijo Josué y su mujer. Este padre explica a su hijo con una deliciosa sutileza que todo lo que sucede en ese horrible campo de concentración es un juego…todo para tratar de salvar la vida de su familia. Muchos padres lo hacen con sus hijos…doy fe de ello…lo he visto con mis ojos…cómo tratan de quitar hierro a situaciones de la vida para tratar de proteger a sus hijos…y serenarlos...
…o como a Travis, en la película “París, Texas”...un hombre que tras cuatro años de amnesia se reencuentra con su familia y al hacerlo, descubre que tiene un hijo de siete años que ha sido criado por su hermano. Si bien al comienzo, ambos son dos seres extraños, poco a poco van conociéndose y estrechando los lazos de una manera tan sólida que hasta emprenden juntos un viaje en busca de la madre. Padres que luchan por establecer un vínculo de calidad con sus hijos y padres modelos que nos muestran un bello ejemplo de complicidad entre ellos y sus hijos...
… o podemos recordar a Marlin Francisco, quien va en busca de su pequeño hijo Nemo y cruza mares inmensos para lograr su objetivo en la película animada “Buscando a Nemo". Un padre que se queda sin su compañera y él sólo, se enfrenta a sus propios miedos y arriesga su vida para recuperar al hijo que ha perdido. ¡Cuantos padres he visto en tesituras similares! Padres que han perdido a sus esposas y han alzado la cabeza, se han levantado del suelo para educar a sus hijos. Hay muchos de ellos por todas partes.
Permitidme que termine con el ejemplo de Derek Redmon. Es este un caso real, pero podéis encontrar sus vídeos en la web si os interesara verlos. Una historia de un padre compañero, muy compañero…que burla todos los sistemas de seguridad y salta a la cancha de atletismo para acompañar a su hijo camino a la meta. Derek Redmon se lesionó en plena carrera, en las Olimpiadas del año 92. Había pasado toda una vida preparándose físicamente para afrontar el reto de su vida que se no pudo superar por un fuerte dolor en su pierna. Redmon tuvo que parar en seco…ya que el dolor no le dejaba continuar. En contra de todo pronóstico…se levantó y decidió que iba a finalizar la carrera que había iniciado. Un hijo que lloraba de dolor y un padre que lloraba de orgullo. ¡Cuantos de vosotros...padres os sentís orgullosos de vuestros hijos y os emocionáis con ellos, aún cuando no consiguen superar lo que se han propuesto!
Este texto está especialmente escrito para ti, PADRE, que entiendes que tus hijos se sentirán más seguros, más felices…que serán más creativos y capaces de arriesgar y explorar…si tú mismo tienes VIDA, ILUSIONES y PROYECTOS PROPIOS. Que no utilizas a tus hijos para llenar tu vida y sigues creciendo en tu camino…sin abandonar en ningún momento el rol que ejerces, el de padre. Tú también eres un padre...
…de película.
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