lunes, 6 de abril de 2015

#mortíferoFRÍO


María visitó la escuela con dos sillas…una de ruedas en la que se sentaba su hija, aquejada de una enfermedad incurable que en poco tiempo se la llevaría…y la otra silla…en la que llevaba a un bebé precioso con su mismo nombre. Madre e hija querían buscar colegio juntas, donde crecería aquella niña, un colegio, cuyos trabajadores deberían ser conscientes desde el primer momento del futuro que aguardaba a la criatura…criarse junto a sus abuelos.

María jamás estuvo segura de la decisión de su hija años atrás. Anunció alegremente que se marchaba al extranjero a estudiar otros idiomas que pudieran abrirle puertas profesionales. A los padres nos cuesta soltar amarras, si bien es cierto que si amamos a nuestros hijos...debemos hacerlo, ya que ellos tienen derecho a decidir sobre su futuro. La María de mi historia sufrió en silencio la ausencia de su hija, pero se alegró por su iniciativa y sus ganas de luchar en la vida por alcanzar su sueño…el sueño de volver a los años a su pueblo natal y poder trabajar en algún lugar que le reportara los suficientes reportes económicos para vivir tranquila. Aquella hija que marchó para volver, se enamoró, no obstante, de un chico extranjero e inevitablemente se quedó embarazada. Si bien la noticia cayó como un jarro de agua fría al principio, la familia no pudo más que mostrar su deseo de apoyar a aquella chica soñadora, que se veía obligada a interrumpir puntualmente su recorrido en pos de lograr sus objetivos profesionales…para ser madre. Así nacio la pequeña, sana y hermosa…que pudo disfrutar de su madre hasta que la enfermedad tocó la puerta de su casa.

Fue entonces cuando la hija que marchó para volver, volvió para quedarse…no para trabajar en un cómodo lugar con un buen sueldo como había soñado…volvió para entregar a su fruto a sus padres, a quienes tanta comprensión y ayuda debía…volvió para morir en paz, acompañada de sus más allegados. Su pareja no podía atenderla, porque debía trabajar para mantener los gastos que la enfermedad consumían y debía ganar un dinero para alimentar a la niña. Así que él se quedó lejos con la promesa de que visitaría a sus "chicas" en cuanto le fuera posible…aquellas chicas que se cobijaron en el hogar familiar.

Al principio toda la familia pensó que superarían la enfermedad, enfrentándose a ella. Al fin y al cabo, había visitado el cuerpo de una chica muy joven y fuerte…no podría con ella. Pero llegó un momento en que tuvieron que aceptar resignados que se habían equivocado. El cuerpo maltrecho de aquella joven lozana…se consumía día a día, minuto a minuto…pero sacó fuerzas de donde casi no tenía para visitar el colegio dónde quería que su hija fuera educada. Era consciente de que los abuelos cuidarían muy bien su tesoro…pero necesitaba asegurarse que el colegio fuera un aliado para la familia, en el caso de que fuera necesario. Por lo tanto visitó las instalaciones, lo revisó todo, preguntó lo que le parecía importante aclarar y se marchó diciendo que volvería en breve para matricular a la niña. No volvió. Mi querida María lo hizo en su lugar.

En este caso la naturaleza fue muy caprichosa. Así lo sintio aquella abuela que hubiera preferido que el orden natural hubiera sido respetado. Era ella quien debía partir…en todo caso la naturaleza le había usurpado su derecho a ejercer de abuela, de establecer con su nieta un vínculo de muchos mimos y mayor permisividad que la que habitualmente podemos practicar los padres. Pero no pudo ser. Le tocó una vez mas hacer el papel de madre, en contra de lo que había soñado. Ya había asumido su responsabilidad sobre sus hijos…esperaba verlos crecer sanos y fuertes y fantaseaba con poder disfrutar algún día de un trato cómplice con futuros nietos. Pero volvió a heredar de nuevo una responsabilidad que no podía declinar, se lo debía a su hija, quien había dejado en herencia una nueva oportunidad a su madre de demostrar ante la vida su gran capacidad de ejercer de "madre".

Pero la edad no perdona, y la naturaleza además de caprichosa es sabia. Todo tiene su tiempo…su momento…y le tocaba volver a vivir el estrés que produce tener que establecer límites educativos en vez de jugar el rol de abuela comprensiva que amortigüa los conflictos entre padres e hijos. Ya no necesitaba un "manual" de cómo ser buena abuela, sino una lista de instrucciones de cómo volver a ejercer de madre cuando tenía la edad de ser abuela. No podría consentir demasiado a su nieta, tal y como muchos abuelos se pueden permitir hacer, ni podría ofrecer demasiados caprichos a una niña que debía educar, a una niña a la que le había sido arrebatada su madre, de una manera brutal e inesperada. El padre ausente, debía seguir trabajando en su país y vendría de visita, pero era la abuela quien debía encargarse de todo…lo había prometido.

La muerte…la que nadie puede evitar…el halo negro que termina por recordarnos que somos limitados…esa que tememos. Os confieso que yo la temo aún más desde que soy madre. Cuando tienes hijos, no sólo no quieres marcharte por ti, sino por lo que podrías dejar. Todos soñamos poder ver crecer a nuestros hijos…y marcharnos en todo caso cuando ellos hayan resuelto sus vidas, para morirnos en paz. La muerte…esa que evitamos…de la que no hablamos y para la que no nos preparamos, pero que está presente…a veces lejos y otras un poco más cerca. La muerte…con la que los niños se topan en algún momento de sus vidas, sin entender demasiado bien lo que conlleva morir…de la que los protejemos pensando que es mejor que eviten vivirla. Los niños pasan etapas en sus vidas en las que conviven con la muerte…siempre hay alguien que muere cerca de ellos o cerca de alguno de sus amigos...y en su foro interno tratan de buscarle su explicación particular. Algunos niños no la comprenden en absoluto, son además alejados de toda conversación que tenga que ver con la pérdida sufrida, otros llegan a calcular las edades de todos sus familiares y concluyen que todos sus allegados irán muriendo en orden y terminarán quedándose solos y abandonados…pero no llegan a comprender que el orden es aleatorio y no entiende de jerarquías, otros pocos son conscientes de que jamás volveran a ver "al muerto" más que en alguna foto que adorne algún mueble en sus casas… pero tampoco saben dónde se han marchado aquellos que estuvieron vivos…porque los niños piden explicaciones, son curiosos y preguntan y... ¿cuál es la explicación que les damos? ¿Dónde van los muertos? ¿Al cielo, al cosmos, a dar una vuelta a algún otro lugar? Cada cuál buscará la forma, la manera en la que tiene que explicar a un niño que alguien ha abandonado este mundo.

No sé si los adultos en general estamos preparados para afrontar las pérdidas de seres queridos por muerte…lo que sí percibo es que en la escuela no hablamos demasiado de algo que es inevitable pero oscuro…y aunque tampoco quisiera obsesionar a nadie hablando de un tema que no nos resulta demasiado agradable, quizás podríamos incluir en nuestro ejercicio un espacio para tratar temas como este, que si bien son complejos de tratar, suceden todos los días…hoy en casa del vecino y mañana puede que en nuestra propia casa. Y además de acompañar a niños que hayan perdido seres queridos, también podríamos orientar a sus familias y acompañarlas…¿por qué no? Pero también para ello debemos estar preparados, porque la muerte no perdona a nadie.

Para los menores de 3 años, la muerte es como un sueño del que se puede despertar…por lo tanto tendremos que recordarles que es una situación irreversible. Es como cuando una hoja cae de un árbol en otoño…que tras caer...al cabo del tiempo se convierte en materia orgánica pero desaparece y no la vamos a volver a ver. A partir de esa edad cada niño puede tener una manera diferente de ver la muerte, lo que importa es que no se sienta abandonado por los familiares que sufren y deben pasar un duelo en el que inconscientemente se centran en su dolor. Debemos responder las preguntas que los niños nos planteen…sabemos que son muy curiosos. Seguramente preguntarán si les va a pasar a ellos también, se preguntarán con quien van a estar (si el que ha muerto es un familiar muy cercano) y si bien no expresarán su sufrimiento como los adultos, puede incluso mostrar cambios en su carácter, alteraciones en la alimentación o el sueño. No es malo que vean llorar a los adultos...si les mostramos lo que sentimos, nos perciben más cercanos y puede que se animen a contarnos lo que les sucede a ellos también. Lo que parece comprobado es que la pena de un niño puede aparecer de forma intermitente y el proceso de duelo debe ser analizado durante el desarrollo de su vida porque revivirá la pérdida con frecuencia, especialmente durante eventos o celebraciones importantes.

Por eso…como docentes…padres…madres…seres humanos…deberíamos recordar que en un duelo...

Las lágrimas son importantes, ya que el único camino para terminar con las lágrimas es a través de ellas.
…Cada uno debe recorrer su propio camino, nadie puede hacerlo por otro.
…El recorrido es mucho más pesado si se parte de que el dolor de la pérdida será insoportable.
…La compañía adecuada se convierte en gran aliado, ya que elaborar un duelo efectivo no puede recorrerse en soledad.

Estamos en ello con la pequeña María, que curiosamente es físicamente igual a su madre, acompañando a la niña y a sus abuelos y apoyándolos en todo lo que podemos, sin ocultar nada, sin mentir, sin fingir, intentando ser un recurso humano incondicional para esta familia, cargando a veces una pequeña parte de esa mochila que sigue pesando y ayudando a quienes necesitan aprender a vivir "sin alguien" que fue muy importante, que si bien no volverá sigue viva adentro de quien la amó y la sigue amando.

La muerte no puede robar la vida.
No puede concretar esa farsa…porque la vida...
la vida es una antorcha que va de mano en mano,
de hombre a hombre, de semilla en semilla,
una transferencia que no tiene regreso,
un infinito viaje hacia el futuro,
como una luz que aparta
irremediablemente las tinieblas.



(Extracto de "Transferencias" de Hamlet Lima Quintana, poeta argentino)


2 comentarios:

  1. Hoy he estado sintiendo tu post, a ratos, masticando tus palabras, recordando a sus protagonistas y conectando con la locura de la muerte y de la vida. Es duro reconocer que la muerte nos acompaña. A mi me cuesta. Desde una perspectiva personal, la muerte es una gran putada. Pero vista con perspectiva, desde arriba, desde el fondo, desde el lugar de esta antorcha del poema,... la muerte se ve de otra forma.

    En este caso, me emociona el regalo que la Maria madre entrega a su hija, ocupándose por ella más allá de si misma. Este simple detalle para mi es tan significativo, como que la vida corre de madre a hija y de ser a ser. Toda interrelación humana (algo que nos rodea por todas partes) es para mi una muestra de que los lazos de la Vida son tan dinámicos y amorosos!! Y que decir de la generosidad de entregarse por otras personas!! No tengo más palabras, solo sentir el milagro de lo que como humanos vulnerables y efímeros damos. La grandeza de nuestra pequeñez...

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    1. ¡Precioso Nacho lo que escribes, amigo! Me has emocionado. La muerte forma parte de la vida, a pesar de que no nos guste, ahí está y ...si la tuviéramos bien presente, es decir, si nos acordáramos que hemos de morir, quizás procuraríamos vivir la vida con más entusiasmo e ilusión. Gracias Nacho por tan profundo sentimiento y reflexión, enriqueces lo que ya está escrito. ¡Feliz tarde!

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