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lunes, 19 de octubre de 2015

¿Limitas o empujas?


Conocí a Carmen en un curso de formación. Congeniamos de inmediato, nuestras sonrisas se encontraron y siempre buscábamos cinco minutos para charlar antes de que nuestro formador comenzara la sesión. Me había contado retazos de su vida en pequeños capítulos. Se mostraba frágil, dubitativa, miedosa, débil, insegura…decía estar buscando la manera de cambiar su vida…un pequeño desastre según sus palabras, que no la satisfacían.

Carmen, aquella chica dulce y tierna, era bastante consciente de sus debilidades y fracasos…no vislumbraba sin embargo ninguna fortaleza…pero lo que parecía tener claro era que una de las amenazas de su vida había sido su propia madre. Ella describía a su progenitora como una persona bondadosa, muy en el fondo de su ser…su madre había sido buena persona y había procurado toda su vida que nada faltara a sus hijos. Pero al mismo tiempo, aquella madre se había pasado la mayor parte del tiempo de crianza de sus hijos...enferma, quejosa y lo que fue peor…triste…infeliz…inconforme con la vida que le había tocado vivir. Carmen no sabía muy bien si su madre se había inventado sus propias enfermedades o si ella misma las había creado…el caso es que casi desde pequeña se vio en la necesidad de prescindir de lo que ella calificaba como una madre “normal” y se había tenido que acostumbrar al hecho de que un día sí y otro también…se toparía al volver a casa con una madre gruñona aunque fuera casi siempre en silencio…pero al fin y al cabo, gruñona en potencia. 

Carmen no había tenido según sus palabras una infancia fácil, pero tampoco le fue bien en su etapa adulta. Llevaba casi ocho años viviendo sola en su casa con una hija a la que adoraba y luchaba por no repetir el patrón que ella había mamado. Se maltrataba a sí misma diciendo que era una calamidad…que se proponía muchas cosas pero que no era capaz de cumplirlas. Que no podía ni siquiera invitar a nadie a su casa por lo desordenada que era…no quería compartir aquel caos doméstico con nadie y prefería lamentarse de sus errores antes que subsanarlos…ya que no se veía con la suficiente determinación para poder hacerlo, para poder hacer un “borrón y cuenta nueva” y empezar a sujetar con firmeza las riendas de su vida.

Así que, se dedicaba a contemplar y admirar a las personas que ella calificaba como “valientes” y “decididas"…o por lo menos a los seres humanos que ella clasificaba como autónomos e independientes y repetía que quisiera ser como aquellas personas que agarraban al toro por los cuernos y se enfrentaban a las adversidades con tesón, con energía y con responsabilidad. Llegó a la conclusión de que parte de lo que le sucedía era responsabilidad suya, pero le faltaba voluntad para dar un giro a una vida gris cuyo reflejo en el propio espejo de su alma se veía muy fea…siempre caía en el abismo del “yo no puedo ser como ellos” y la espiral de la constante negatividad la terminaba engullendo hasta hacerla desaparecer del mapa. A veces resurgía para hacer amago de un intento de supervivencia…pero volvía al mundo oscuro que al fin y al cabo se había convertido en su zona de confort, un mundo subterráneo donde podía refugiarse para que nadie le hiciera daño…uno de sus grandes temores…una angustia que había grabado en su mente hasta el punto de sentirse esclava de una realidad contradictoria…en su búsqueda por sentirse abrazada por quien la amara, pero en el intento de mantener su escudo en alto para que nadie entrara demasiado profundo en su existencia…para no tener que vivir ningún dolor, no al menos si ella podía evitarlo ya que se explayaba conmigo de que el sufrimiento que padecía ya casi colmaba su copa y no podía permitirse el lujo de añadir una sola gota de angustia porque se arriesgaba a perder el poco control que le quedaba.

La historia de Carmen me recordó una artista francesa llamada Louise Bourgeois. Puede que no la conozcas por su nombre, pero quizás te sea familiar alguna de sus obras…como la Maman o araña gigante que se exhibe al lado del museo Guggenheim de Bilbao. Si la has visto seguro que no te habrá dejado indiferente…una araña de bronce, mármol y acero inoxidable de casi nueve metros de altura que dicen que la escultora, pintora y dibujante...esculpió en homenaje a su propia madre. Su obra titulada Maman (mamá) simboliza de alguna manera la sobreprotección ejercida por su madre como “la araña que teje el nido”…donde sus hijos se crían y están libres de peligros. Pero también se podría decir que las mismas patas de la araña se asemejan a arcos góticos que podrían funcionar como jaula o guarida protectora de una bolsa llena de huevos que están pegados a su abdomen.

Madre protectora…y depredadora al mismo tiempo…araña que utiliza la seda para fabricar el capullo como para cazar a su presa…una araña que provoca miedo por su inmensidad…pero al mismo tiempo transmite vulnerabilidad al estar equilibrada sobre unas patas ligeras…que parece que pueden caer y romperse en pedazos.

Todo esto me da que pensar…me lleva a recordar que nosotros mismos fuimos condicionados por nuestros padres y la historia se repite con nuestros hijos. Los mensajes que recibimos de nuestros padres tuvieron mucha influencia en nosotros, puede que aún la sigan teniendo…así como los mensajes que lanzamos nosotros sobre los niños…ya que ellos al ser pequeños lo tragan todo. No te digo que haya mala intención detrás de las palabras que emitimos. Siempre he pensado que la mayoría de los padres actúan pensando que lo hacen por el bien suyo y el de sus hijos, aún a riesgo de equivocarse. Nadie dijo que tuviéramos que ser perfectos, piensa que nosotros mismos aprendemos cada día y nos enriquecemos en la tarea de educar…pero hoy quisiera además pedirte que busques aquellos mensajes que escuchaste de niño que pudieron limitarte como “cuidado con quien tratas” o cualquier etiqueta que te pudieron colocar…así como aquellas palabras alentadoras que pudieron dedicarte…palabras que te dieron alas para violar alto y llenarte de entusiasmo para conseguir tus propios objetivos. ¿Con qué mensajes pudieron limitarte? ¿Y con cuáles pudieron empujarte?

Y tú…¿limitas o empujas?

Te invito a que lo revises si tú quieres, te invito a que intentes diferenciar entre lo que “ves” y puedes afirmar porque es una realidad y un hecho en el que estaremos de acuerdo porque es constatable y lo que imaginas…lo que VEO y lo que IMAGINO, sujeto a mi interpretación y mi propia visión…una creación propia y una creencia personal que no tiene porque ser cierta.

Que tú lleves un pañuelo anudado a tu cuello, no significa que tengas frío…que lleves un semblante serio no implica que estés enfadado…que tu hijo tenga un comportamiento agresivo alguna vez no significa que sea una persona agresiva…Las interpretaciones que hacemos sobre nuestros hijos desde la perspectiva de padres, construyen a veces conceptos y etiquetas que a su vez construyen realidades que moldean de algún modo a nuestros hijos. El lenguaje crea realidades…es creador en si mismo. Hay palabras que matan y hieren y otras que sanan y liberan…mensajes que limitan y paralizan y otros que motivan. Nuestros niños, no tienen mucha capacidad para filtrar la información que reciben y las interpretaciones que les obsequiamos son absorbidas por ellos de manera que apoyan su desarrollo personal y sus creencias en lo que escuchan cada día.

Aquellos mensajes que tú escuchaste cuando eras niño ya fueron dichos…ya hicieron su trabajo y a lo mejor o a lo peor dejaron un poso importante en ti. Puede que quizás hayas utilizado tú alguno…pero ya sabes que siempre estamos a tiempo para pensar…para reflexionar y mejorar.  Nada está perdido si tratamos al menos de ser conscientes de que sí que podemos hacerlo…de que lo que puede funcionar sea tratar a nuestros niños como importantes huéspedes de una civilización desconocida en la que desconocen algunas cosas…pero están ansiosos por conocer. 

Te lanzo mi propuesta para que pienses si quieres en...

…cómo miras a tus hijos...
…qué etiquetas o conceptos construyes…
…cómo miras tú mismo la realidad, el mundo, la vida…¿llena de peligros o llena de oportunidades?
…cómo valoras las situaciones cotidianas…¿ves la botella medio vacía o medio llena?
…cuáles son tus creencias e interpretaciones...

…para que puedas pensar en si limitas o empujas…o si equilibras las dos cosas.

lunes, 12 de octubre de 2015

Vindictae


Leía hace poco una especie de microcuento que decía que un mono vio un pez en el agua y lo sacó pensando que le salvaba la vida. El pez evidentemente murió. Por eso y de inmediato,  pensé lo importante que es entender el mundo del otro. ¡Qué difícil resulta convivir con alguien sin comprenderlo!

La vida es relación…nosotros somos relación…dar y tomar o tomar y dar. Me viene a la mente la palabra empatía. Algunos dicen que se trata de ponerse en el lugar del otro…no me parece una definición incorrecta, sino más bien insuficiente. Podemos mirar en diversas enciclopedias la definición de esta palabra tan utilizada…”empatía es conectar con el estado emocional del otro…mental y afectivamente”…”empatía es la capacidad de sentir cómo se encuentra el otro”…”empatía es la habilidad de comprender los problemas, sentimientos y necesidades del otro”…

Busco la etimologia de esta palabra, tan utilizada en muchos de los textos que nos toca leer, tan reclamada en muchos ámbitos de nuestra sociedad. Descubro que proviene del Griego…en (dentro)…patia (sufrimiento, dolor)…”dentro del sufrimiento”. Sigo leyendo, me encuentro con un escrito que me informa que un maestro llamado Martin Hoffman habla de que un niño llora si escucha el llanto de otro niño, no lo hace sin embargo cuando los llantos provienen de una simulación hecha en el ordenador. Por lo tanto, la empatía del niño no es imitación ni reflejo, sino el sufrimiento causado por un llanto verdadero. Me invade la memoria un pensamiento, más bien un recuerdo, una fotografía con vida que me tocó ver…que reflejaba un contagio terrible entre dos hermanos gemelos en su etapa de Guardería. Uno de ellos absolutamente adaptado, el otro que no conseguía acostumbrarse a su etapa preescolar, que no paraba de llorar y llorar porque quería volver a encontrar la seguridad en brazos de su madre. Uno de aquellos niños era arrastrado irremediablemente por el otro que no podía calmar su angustia y la historia terminaba con dos niños que se miraban como “corderitos degollados”…uno de ellos sufriendo sus miedos y el otro seguramente solidarizándose con su hermano.

Me pregunto...¿Nacemos entonces empáticos?…¿es algo que debemos desarrollar? A lo mejor será que partimos de una empatía inconsciente que se desarrolla y se va haciendo consciente con el paso de los años. 

En opinión de Hoffman, maestro que te citaba antes, «es la empatía hacia las posibles victimas, el hecho de compartir la angustia de quienes sufren, de quienes están en peligro o de quienes se hallan desvalidos, lo que nos impulsa a ayudarlas». Y, más allá de esta relación evidente entre empatía y altruismo en los encuentros interpersonales, Hoffman propone que la empatía es, en última instancia, el fundamento de la comunicación.

Comprender…compartir…compadecerse…ayudar…encontrarse…comunicar…todo lo contrario que vengarse. VINDICTAE...

Venganza…esa especie de mecanismo de defensa con la que puedes asegurarte de que no se vulnerarán nuevamente tus derechos como ser humanoesa actitud de defensa para asegurarte que no sufrirás más daños…ante una situación que consideras injusta. Otra historia de tantas que se instala en mi mente…El terrible relato de Ane, cuando descubrió que su amiga le había arrebatado a su chico…adolescentes todos, personas que habían sido calificadas como “normales” antes de que sucediera aquello. Lo único que Ane deseaba era causar un dolor a su amiga, ella lo llamó justicia…pero en realidad era una crueldad que escondía su odio y rencor…no quería resarcir el daño que ella había sentido en su piel y corazón…sino hacerle un daño intencionado a la que había sido amiga suya. Ane se sentía víctima en manos de un verdugo que sólo existía en su imaginación…pero quería que la sangre corriera…porque creyó que se sentiría mejor y que el dolor de la que le había usurpado al chico que ella le gustaba aliviaría su propio sufrimiento. Por eso entró en casa de la “ladrona” y rompió las fotos que ella conservaba de su padre…fallecido meses atrás. La despojó de los únicos recuerdos que poseía de su progenitor…hiriéndola de muerte…le lanzó la flecha directa al corazón.

Siempre nos preguntamos por qué ante situaciones similares las personas actuamos de formas diferentes. Ane no pudo con su rabia, habría que retroceder hasta su infancia y ver si su hostilidad era producto de no haber sabido interiorizar la necesitad de auto regularse y controlarse, puede que nadie le mostrara como hacerlo. La pregunta que te hago a ti es si tú podrás sentir empatía por las dos protagonistas de la historia por igual, Ane y su víctima…o si por el contrario tu rabia también se enciende y apoyarías una respuesta implacable contra la “agresora”. ¿Qué me dices? ¿Cómo te quedas con esto? ¿Acaso no nos encanto a ti y a mi, la escena de la película “Gladiator”...cuando Máximo El Gladiador se levantó la máscara ante el malvado emperador en la arena, y le dijo que alcanzaría su venganza? ¿Cuántas secuencias impregnadas de venganza observan nuestros hijos?

El mundo rebosa violencia, odio, venganzas y agresiones y nuestros niños son testigos directos de ello…por lo tanto, el mundo nos enseña desde pequeños que la venganza es una respuesta ante un insulto u ofensa…y la sociedad está llena de modelos de esa herramienta llamada venganza. Salirnos de este camino de defensa es un aprendizaje de empatía y perdón. Volvemos a la EMPATÍA. ¿Sabes? No somos perfectos…ni debemos serlo, es más, no podemos serlo…aceptemos que somos seres limitados pero intentémoslo…eduquemos a los niños, dando un claro ejemplo de que nosotros mismos, como adultos que somos, poseemos la capacidad de recordar de que a veces el dolor y el odio suelen ir fusionados y lo que nos cura es “depurarnos" de esta toxicidad. La venganza es un error, es un sentimiento generado por la presunción de que se ha cometido una injusticia…un abuso…y se venga aquel que se considera una víctima. Pero, déjame que vayamos un paso más allá...pensar en vengarnos es pensar en el victimario. No podremos quizás empatizar con él, pero ¿debemos tenerlo presente? ¿debemos mantenerlo vivo? ¿dejar que la herida siga sangrando? ¿permitir que nos siga doliendo? Quizás estamos permitiendo que el pasado anule nuestro presente y que nos impida disfrutarlo. El costo afectivo me parece demasiado alto, creo que no merece la pena. 

Si bien nos sacude por dentro leer o escuchar una historia con esencia vengativa entre adultos…nos derrumba saber que puede haber niños con tendencias a “tomarse la justicia por su mano”. Así como Ane, las personas vengativas, experimentan una inestabilidad de ánimo y una enorme sensibilidad a los acontecimientos adversos. Tienen una limitada predisposición a sentirse ofendidas y enfadadas. Suelen tener conflictos con sus compañeros y dificultades para la cercanía en las relaciones. Tienen tendencia a la rumiación sobre las ofensas con la intención de tenerlas bien presentes…y meditan constantemente sobre estas…para que no se les olviden. Y mientras tanto…algo les carcome el alma y se la hace pedazos.

Al fin y al cabo…son personas con dificultades para perdonar y más allá de sentirse aliviadas cuando se vengan, sienten que su dolor se perpetúa. Nuestro mejor trabajo con nuestros niños está en ayudarles a eliminar el percibir todo lo relacionado con quien consideran dañino para sus vidas, educarlos a relacionarse con los demás de una manera sana, fortalecer sus autoestima y conseguir un contacto cero mental, que implica que sepan dejar marchar todo pensamiento negativo que siga alimentando sus ganas de venganza.

Seguro que es mucho mejor ayudarles a gestionar su rabia…que se pregunten si su reacción ante lo que consideran una amenaza no es excesivamente intensa…que aprendan a respirar y calmarse y que puedan siempre verbalizar su enfado…que lo describan, lo expresen si hace falta, sugieran posibles vías de solución y anoten las consecuencias. Al fin y al cabo…está en tus manos y las mías arrastrarlos con nuestro buen ejemplo.


Ya sabes…entre tú y yo…sigo luchando por colaborar con el objetivo de dejarles a ellos un mundo un poquito mejor. ¿Te vienes?

lunes, 14 de septiembre de 2015

¿Rutinas o rituales?


Dicen que la vida consiste en una serie de actos repetidos. Si grabáramos nuestro funcionamiento de cada día que pasa, como si de una película se tratara…bien podríamos observar que nos puede resultar hasta difícil diferenciar unos días de otros. Nos levantamos, nos aseamos, nos vestimos, desayunamos, arreamos con los niños, vamos a los lugares de trabajo, comemos, puede que nos volvamos a desplazar a nuestra empresa, volvemos a casa, hacemos la compra, preparamos la cena, cenamos y nos vamos a dormir…y esto cada día. Tal vez suceda que...cualquier imprevisto que nos cambie la repetición de nuestras acciones…provoque un caos que nos saca de quicio…ya que a veces parece que quisiéramos controlar hasta el propio control. Bien es cierto que nadie nace con una rutina establecida…sino que vamos moldeando continuamente nuestra forma de actuar en base a nuestras necesidades y las diferentes circunstancias que nos acompañan.

No te digo que la rutina sea mala ni me refiero a que no debamos sujetarnos a ella…si lo que queremos es hacer que la vida diaria sea algo más controlable. Lo que ya no suena tan divertido es que nos convirtamos en seres mecánicos y hagamos las cosas sin ningún sentido, sin un ápice de afectividad…en definitiva sin corazón. 

Hay quien dice que odia las rutinas, que hacen que sus días parezcan iguales y necesitan de variedad y estímulos para poner emoción en sus vidas, un punto de aventura descontrolada que abre paso a la incertidumbre, afrontando riesgos…una sensación que provoca un cosquilleo con un punto de miedo o en algunos casos una pizca de placer. Los hay también que tras un período de descanso…no hacen más que aplaudir la vuelta a la rutina. Pareciera que esta misma rutina les diera seguridad, cuando ven que todo sigue en su lugar y que pueden anticipar lo que vendrá después…que cada paso que dan abre camino al siguiente…que ya está planificado con anterioridad…elementos predecibles del día a día que les resultan cómodos…rutinas estructuradas…costumbres que aunque para Shakespeare sean “monstruos que reducen polvo hasta los mejores sentimientos” hacen que la vida adquiera un tono más relajado. Los niños necesitan de estas rutinas o costumbres…el sentirse descolocados les hace sentir que están desnudos ante una manada de lobos y acentúa sus miedos. Ellos necesitan saber que su día a día está más o menos controlado…necesitan saber si van a comer en el colegio o deben ir a casa de vuelta…necesitan saber quien irá a buscarlos a la escuela cuando la jornada termine…necesitan una estabilidad para no sentirse ansiosos.

Dice Barbara Biziou, autora del libro “The Joy of Ritual”, que la mayoría de nuestras rutinas diarias son rituales inconscientes y los llevamos a cabo sin pensar en su significado. Lo que pensé al leer estas palabras fue si realmente un abrazo por la mañana o una despedida o incluso un beso a uno de nuestros hijos cuando entra en el aula...se podría categorizar como un acto inconsciente, por el efecto que producen las prisas con las que nos movemos y a partir de aquel momento…me prometí a mí misma que cada uno de estos rituales de conexión…tan impregnados de amor…jamás fuera un acto que careciera de consciencia…jamás fuera algo mecánico…sino que trataría siempre de dotar de sentido al mundo que me rodea, por mucha aceleración que me pidan las circunstancias.

Me gustó mucho leer la diferencia que hace Catherine L´Ecuyer en su libro “Educar en el asombro". Ella indica que el elemento diferencial clave entre la rutina que aliena al niño y el ritual que le hace tanta ilusión es la humanización del acto…es decir…El ritual es la rutina, pero humanizada. 

        "  - ¿Qué es un ritual?
          - Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora                 de las otras horas."
                                                            El zorro al principito

Deseo rutinas y al mismo tiempo deseo rituales para convertir los momentos más mundanos en momentos de conexión y cercanía, y así lo deseo para ti…para los que te rodean…para tus hijos y los míos...para todos los niños del mundo…porque son ellos quienes pasean por la vida…son ellos quienes consiguen que el tiempo casi pase desapercibido para ellos.

Si bien te he dicho antes que creo firmemente que las rutinas nos ayudarán a hacer de la vida diaria algo más controlable y contenido, el ritual logrará imbuir lo mundano con un elemento de magia. Todos los rituales tienen un propósito…hasta acostarse tiene el propósito de relajarse; leer un cuento a nuestros hijos tiene el propósito de conectarnos con ellos…además de otros aspectos emocionales que podemos reforzar…regalando un pequeño instante de ternura, un breve espacio de tiempo indescriptible de unión con nuestros hijos…que no tiene precio.

Al fin y al cabo son los detalles, los pequeños gestos, la sensibilidad extremada lo que educa y hace crecer.
Me quedo con una reflexión sobre rutinas y rituales de Alfredo Hoyuelos, que habla en un breve artículo titulado “Buenas ideas: La pedagogía del moco” y publicado en la revista Infancia, que se pueden limpiar los mocos a un niño de diversas maneras. Sabemos que el niño se sentirá más a gusto con la nariz limpia…pero ¿cómo lo hacemos? Pienso que en ciertas ocasiones puede que haya algo de inconsciencia en las maneras…cuando invadimos la pequeña nariz del niño y sin pedirle permiso atacamos con un pañuelo ejerciendo una fuerza excesiva. Hagámoslo con un adulto y veamos qué pasa. ¡Ahhh...eso no! No nos atreveríamos ni siquiera a pensarlo. Tomemos el acto de quitar los mocos entonces, en forma de ritual…explicándole lo que vamos a hacer…pidiéndole permiso…poniéndonos a su altura…mirándole a los ojos…mostrándole el pañuelo…regalándole una sonrisa. Y veremos que es muy distinto a pillarlo desprevenido. La diferencia quizá resida en que convirtiendo este acto en ritual…estamos poniendo nuestra alma en ese pañuelo que estamos usando.

Conservemos por lo tanto las rutinas…pero convirtamos aquellas que lo requieran en rituales humanizadores, con pequeños gestos de amor, con respeto y con el corazón. Puede que un equilibrio entre ritual y rutina sea un balance esencial de la vida.


Permíteme que ponga el broche a este escrito con una frase de Mario Benedetti…que dice que “El amor no es una repetición. Cada acto de amor es un ciclo en sí mismo, una órbita cerrada en su propio ritual. Es, cómo podría explicarte, un puño de vida."

lunes, 1 de diciembre de 2014

#UNICIDAD...TU DON


Estaba enfadado, sentía rechazo hacia aquella profesora...porque no entendió su mensaje. Palabras...que esta vez herían a un adolescente, en plena ebullición. 

Él se había esforzado por entregar un trabajo cuatro días antes de la fecha. Cometió un error. Compartió su trabajo con aquella docente, feliz y contento,...satisfecho por haberlo acabado antes de la fecha límite. Se relajó y siguió su camino. Por delante tenia más trabajos que entregar, más exámenes que preparar. Pero estaba motivado, ilusionado. Sentía que estaba organizando su trabajo y gestionando sus tiempos de una manera eficaz, eficiente, que lo conduciría al éxito.

Y...en pocos días, su actitud cambió de una manera radical. Aquel trabajo del que tan orgulloso se sentía recibía una calificación de suficiente. La profesora había recibido en su correo un trabajo de seis diapositivas cuando debían de ser siete. Él juraba que había compartido siete. Se sentía herido, su descuido le había costado tres puntos y la escucha de un mensaje que le resonaba constantemente que decía "tenía que haberte puesto un no presentado, ya que tu trabajo está incompleto”. Pero nadie se lo había explicado antes.

¿Qué es evaluar? ¿Se trata de enjuiciar, calificar o…hablamos de un instrumento para mejorar un proceso en el que intervienen muchos factores? Porque en el proceso de enseñanza-aprendizaje no participan sólo los alumnos. Seamos JUSTOS. Ser buen docente implica también ser JUSTO. Y lo justo no es hacer juicios de valor, ni etiquetar al alumno/a. La finalidad de una buena evaluación es la regularización de las dificultades y errores que se van detectando en el proceso de aprendizaje, así cómo de los éxitos. Y en ese proceso todos somos agentes activos, por lo que deberíamos a aprender también a auto-regularnos, a ser conscientes de nuestros obstáculos y limitaciones, así cómo de las mejoras. Para un aprendizaje continuado es preciso intercambiar impresiones con el objeto de saber si ese aprendizaje se está dando bien.

En este proceso no valen las improvisaciones. No vale decir sin avisar…"Te merecías un nueve pero te pongo un seis porque hace tres semanas no realizaste las tareas de manera adecuada". ¿Queremos obtener lo mejor de ellos/as que nos acompañan todos los días? Pues entonces comuniquemos lo que queremos obtener de ellos desde el principio, cuáles serán nuestros criterios a la hora de evaluar el PROCESO, qué esperamos de ellos en todo el proceso y valoremos sus logros, de manera que se sientan motivados a dar lo mejor de sí mismos. 



Todo comienza en saber VER su punto de partida. SON ÚNICOS E IRREPETIBLES. Desde ahí podremos ayudarlos a ir construyendo aprendizaje, ese que deberán descubrir ellos mismos. Pero con las cosas claras, encima de la mesa. Partiendo de SU casillero de salida, podremos ir observando sus AVANCES y sus FRENOS y también podremos respetar sus propios ritmos para aprender y las necesidades individuales que tienen. El alumno/a necesita recibir una retroalimentación sobre sus logros y dificultades para poder mejorar su desempeño. Pero OJO!!! Esta retroalimentación no tiene por qué proceder solamente del maestro. Existe también la posibilidad de AUTO-EVALUARSE, proceso que debemos permitir, o...evaluarse entre iguales...de manera que el evaluado se acostumbre a escuchar las opiniones de los demás y los demás se sientan libres de opinar. En todo caso, hay muchas evidencias a evaluar en cada uno de los alumnos y alumnas, así como en la labor del docente. Porque cada uno es un mundo. La evaluación, sea realizada por el profesor, por un alumno o ambos, es la fórmula para determinar las fortalezas y debilidades de cada uno de los participantes en el proceso de aprendizaje. Siempre he pensado, no obstante, que la educación es una aventura con un final feliz. 

Y no olvidemos que sólo lo que se EVALÚA se mejora. ¡¡ PERO, HAGÁMOSLO BIEN!! Busquemos diferentes maneras de evaluar, para que cada alumno o alumna nos de pistas sobre su aprendizaje y podamos percibir los DONES de cada individuo. Porque los tienen. Ellos quieren saber si están logrando lo que se les ha propuesto al igual que el facilitador o docente. 

RECORDAR que la evaluación es un proceso y no un suceso y siempre será un medio y nunca un fin. ¿O se la juegan a una carta?




lunes, 24 de noviembre de 2014

#ANDAMIAJES


Coloquemos bien la base, ya que si no la colocamos bien, deberemos hacer reformas estructurales en el edificio y no limitarnos a un cambio en la decoración de las paredes.

Y colocar esa base, ir construyendo ese andamiaje no es más que dejar a los niños en libertad para que PIENSEN, ACTÚEN, TOMEN SUS DECISIONES Y EXPRESEN SUS EMOCIONES. Por eso me gusta ABRAZAR sus corazones y ESTIMULAR sus mentes.

Sólo así llegaremos un día a escuchar de sus bocas decirnos que…LES GUSTA ESTAR CON NOSOTROS EN CLASE.

Empezamos nuestra andadura juntos leyendo la biografía de Helen Keller, a la que admiro profundamente. Se la presento en clase, les leo un breve texto sobre la vida y obra de esta gran mujer. No les gusta leer…pero les encanta escuchar cómo lo hago yo. Me miran, me observan y yo los miro también,…tratando de contagiar mi entusiasmo, regalando sonrisas y haciendo pausas de vez en cuando para contar algo gracioso que los mantiene atrapados. Se ríen y después vuelven a centrarse en la aventura. Reflexiono sobre lo que el texto me inspira, dejando un trozo de mi, quiero mostrarme ante ellos. Sé lo que siento, y soy consciente de que mi relato calará en ellos de maneras muy diversas, así como diversos son ellos. Que sean en ese momento lo que quieran ser, que sientan lo que deban sentir…

Sucede el milagro, la magia está presente…van entrando en la historia de Helen Keller; ellos conocen una niña en el pueblo con problemas auditivos, que más allá de sus dificultades y con un gran afán de superación acude a clases de gimnasia rítmica. Helen les recuerda a ella, conectan mi propuesta con su experiencia de vida real.

¿Y cómo lo hace para bailar?…les pregunto yo. 
La profesora le hace unas señales…me cuentan ellos. En el fondo les encanta sorprenderme con sus propios relatos. Saben que yo no lo sé todo, y saben que yo aprendo junto a ellos. Yo no soy la única referencia de conocimiento, por lo que su VOZ es también importante. Es así como sentirán que el momento es también SUYO.

Les voy preguntando sobre el problema de la niña de la que me hablan, si saben por qué hay un problema, si saben si hay posibles soluciones, si se les ocurre la manera de comunicarse con ella, si piensan en qué diferentes alternativas tienen para solucionar el problema de comunicación que ellos ya han previsto…Están pensando…sobre la resolución de problemas en la vida real. Yo sólo los guío con preguntas. 

¿En qué se parecen Helen Keller y la niña de la que me hablan?
¿En qué se diferencian?
¿Cuáles son las similitudes y diferencias importantes?
¿Qué conclusiones sacamos?

Están pensando…comparando y contrastando a dos personas con limitaciones, pero con algo muy importante en común. Su perseverancia y tesón a pesar de las dificultades en la vida. Una gran lección.

Estamos inter-actuando y así trabajamos las estrategias para escuchar bien. Practicamos la escucha, prestamos atención a quien nos aporta datos interesantes y se lo agradecemos. Todos SOMOS IMPORTANTES. Mostramos que hemos entendido lo que alguien ha aportado porque yo misma parafraseo lo dicho con mis palabras…y pido más información, haciendo preguntas de aclaración. Y así trabajamos los hábitos de la mente que les ayudará a pensar de una manera más eficaz. Escuchar con comprensión y empatía, comunicar con claridad y precisión, preguntar y plantear problemas,…

No será tarea memorizar la biografía de Helen Keller, sin embargo sé que la mayoría de ellos no la olvidarán.
Y aprovecho para lanzar un mensaje...
Ese mensaje que no quiero que olviden NUNCA…


Y en ese preciso momento están preparados y motivados para seguir al día siguiente preparados para seguir PENSANDO CON EFICACIA y RECIBIR ABRAZOS EMOCIONALES.

Y así es, entro al día siguiente en el aula y ya me empiezan a contar que…bla,…bla,..bla,…
Seguimos tejiendo la tela y construyendo los andamiajes, sobre una base segura.