lunes, 12 de octubre de 2015

Vindictae


Leía hace poco una especie de microcuento que decía que un mono vio un pez en el agua y lo sacó pensando que le salvaba la vida. El pez evidentemente murió. Por eso y de inmediato,  pensé lo importante que es entender el mundo del otro. ¡Qué difícil resulta convivir con alguien sin comprenderlo!

La vida es relación…nosotros somos relación…dar y tomar o tomar y dar. Me viene a la mente la palabra empatía. Algunos dicen que se trata de ponerse en el lugar del otro…no me parece una definición incorrecta, sino más bien insuficiente. Podemos mirar en diversas enciclopedias la definición de esta palabra tan utilizada…”empatía es conectar con el estado emocional del otro…mental y afectivamente”…”empatía es la capacidad de sentir cómo se encuentra el otro”…”empatía es la habilidad de comprender los problemas, sentimientos y necesidades del otro”…

Busco la etimologia de esta palabra, tan utilizada en muchos de los textos que nos toca leer, tan reclamada en muchos ámbitos de nuestra sociedad. Descubro que proviene del Griego…en (dentro)…patia (sufrimiento, dolor)…”dentro del sufrimiento”. Sigo leyendo, me encuentro con un escrito que me informa que un maestro llamado Martin Hoffman habla de que un niño llora si escucha el llanto de otro niño, no lo hace sin embargo cuando los llantos provienen de una simulación hecha en el ordenador. Por lo tanto, la empatía del niño no es imitación ni reflejo, sino el sufrimiento causado por un llanto verdadero. Me invade la memoria un pensamiento, más bien un recuerdo, una fotografía con vida que me tocó ver…que reflejaba un contagio terrible entre dos hermanos gemelos en su etapa de Guardería. Uno de ellos absolutamente adaptado, el otro que no conseguía acostumbrarse a su etapa preescolar, que no paraba de llorar y llorar porque quería volver a encontrar la seguridad en brazos de su madre. Uno de aquellos niños era arrastrado irremediablemente por el otro que no podía calmar su angustia y la historia terminaba con dos niños que se miraban como “corderitos degollados”…uno de ellos sufriendo sus miedos y el otro seguramente solidarizándose con su hermano.

Me pregunto...¿Nacemos entonces empáticos?…¿es algo que debemos desarrollar? A lo mejor será que partimos de una empatía inconsciente que se desarrolla y se va haciendo consciente con el paso de los años. 

En opinión de Hoffman, maestro que te citaba antes, «es la empatía hacia las posibles victimas, el hecho de compartir la angustia de quienes sufren, de quienes están en peligro o de quienes se hallan desvalidos, lo que nos impulsa a ayudarlas». Y, más allá de esta relación evidente entre empatía y altruismo en los encuentros interpersonales, Hoffman propone que la empatía es, en última instancia, el fundamento de la comunicación.

Comprender…compartir…compadecerse…ayudar…encontrarse…comunicar…todo lo contrario que vengarse. VINDICTAE...

Venganza…esa especie de mecanismo de defensa con la que puedes asegurarte de que no se vulnerarán nuevamente tus derechos como ser humanoesa actitud de defensa para asegurarte que no sufrirás más daños…ante una situación que consideras injusta. Otra historia de tantas que se instala en mi mente…El terrible relato de Ane, cuando descubrió que su amiga le había arrebatado a su chico…adolescentes todos, personas que habían sido calificadas como “normales” antes de que sucediera aquello. Lo único que Ane deseaba era causar un dolor a su amiga, ella lo llamó justicia…pero en realidad era una crueldad que escondía su odio y rencor…no quería resarcir el daño que ella había sentido en su piel y corazón…sino hacerle un daño intencionado a la que había sido amiga suya. Ane se sentía víctima en manos de un verdugo que sólo existía en su imaginación…pero quería que la sangre corriera…porque creyó que se sentiría mejor y que el dolor de la que le había usurpado al chico que ella le gustaba aliviaría su propio sufrimiento. Por eso entró en casa de la “ladrona” y rompió las fotos que ella conservaba de su padre…fallecido meses atrás. La despojó de los únicos recuerdos que poseía de su progenitor…hiriéndola de muerte…le lanzó la flecha directa al corazón.

Siempre nos preguntamos por qué ante situaciones similares las personas actuamos de formas diferentes. Ane no pudo con su rabia, habría que retroceder hasta su infancia y ver si su hostilidad era producto de no haber sabido interiorizar la necesitad de auto regularse y controlarse, puede que nadie le mostrara como hacerlo. La pregunta que te hago a ti es si tú podrás sentir empatía por las dos protagonistas de la historia por igual, Ane y su víctima…o si por el contrario tu rabia también se enciende y apoyarías una respuesta implacable contra la “agresora”. ¿Qué me dices? ¿Cómo te quedas con esto? ¿Acaso no nos encanto a ti y a mi, la escena de la película “Gladiator”...cuando Máximo El Gladiador se levantó la máscara ante el malvado emperador en la arena, y le dijo que alcanzaría su venganza? ¿Cuántas secuencias impregnadas de venganza observan nuestros hijos?

El mundo rebosa violencia, odio, venganzas y agresiones y nuestros niños son testigos directos de ello…por lo tanto, el mundo nos enseña desde pequeños que la venganza es una respuesta ante un insulto u ofensa…y la sociedad está llena de modelos de esa herramienta llamada venganza. Salirnos de este camino de defensa es un aprendizaje de empatía y perdón. Volvemos a la EMPATÍA. ¿Sabes? No somos perfectos…ni debemos serlo, es más, no podemos serlo…aceptemos que somos seres limitados pero intentémoslo…eduquemos a los niños, dando un claro ejemplo de que nosotros mismos, como adultos que somos, poseemos la capacidad de recordar de que a veces el dolor y el odio suelen ir fusionados y lo que nos cura es “depurarnos" de esta toxicidad. La venganza es un error, es un sentimiento generado por la presunción de que se ha cometido una injusticia…un abuso…y se venga aquel que se considera una víctima. Pero, déjame que vayamos un paso más allá...pensar en vengarnos es pensar en el victimario. No podremos quizás empatizar con él, pero ¿debemos tenerlo presente? ¿debemos mantenerlo vivo? ¿dejar que la herida siga sangrando? ¿permitir que nos siga doliendo? Quizás estamos permitiendo que el pasado anule nuestro presente y que nos impida disfrutarlo. El costo afectivo me parece demasiado alto, creo que no merece la pena. 

Si bien nos sacude por dentro leer o escuchar una historia con esencia vengativa entre adultos…nos derrumba saber que puede haber niños con tendencias a “tomarse la justicia por su mano”. Así como Ane, las personas vengativas, experimentan una inestabilidad de ánimo y una enorme sensibilidad a los acontecimientos adversos. Tienen una limitada predisposición a sentirse ofendidas y enfadadas. Suelen tener conflictos con sus compañeros y dificultades para la cercanía en las relaciones. Tienen tendencia a la rumiación sobre las ofensas con la intención de tenerlas bien presentes…y meditan constantemente sobre estas…para que no se les olviden. Y mientras tanto…algo les carcome el alma y se la hace pedazos.

Al fin y al cabo…son personas con dificultades para perdonar y más allá de sentirse aliviadas cuando se vengan, sienten que su dolor se perpetúa. Nuestro mejor trabajo con nuestros niños está en ayudarles a eliminar el percibir todo lo relacionado con quien consideran dañino para sus vidas, educarlos a relacionarse con los demás de una manera sana, fortalecer sus autoestima y conseguir un contacto cero mental, que implica que sepan dejar marchar todo pensamiento negativo que siga alimentando sus ganas de venganza.

Seguro que es mucho mejor ayudarles a gestionar su rabia…que se pregunten si su reacción ante lo que consideran una amenaza no es excesivamente intensa…que aprendan a respirar y calmarse y que puedan siempre verbalizar su enfado…que lo describan, lo expresen si hace falta, sugieran posibles vías de solución y anoten las consecuencias. Al fin y al cabo…está en tus manos y las mías arrastrarlos con nuestro buen ejemplo.


Ya sabes…entre tú y yo…sigo luchando por colaborar con el objetivo de dejarles a ellos un mundo un poquito mejor. ¿Te vienes?

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