lunes, 4 de mayo de 2015

AY…AMA


Ay Ama, qué aventura!
Ay Ama, qué paciencia!
Ay Ama, por todos esos suspiros evocando a la ama (madre), por todas esas exclamaciones en las que se nos llena la boca con una de las primeras palabras que aprendemos casi antes de ponernos en pie…y aún seguimos utilizando por muy mayores que seamos…AY…AMA! Por ti amatxo, para ti mamá, por lo que representas madre…primer hogar de ese bebé que será quien te recordará que tu principal tarea es TU PROPIA CONSTRUCCIÓN COMO SER HUMANO. Para ti hoy parte de mi historia si me abres una ventana…mezclada con reflexiones desde el alma, desde el sentimiento de madre y también de hija, de mi para ti…compañera de fatigas. Y para ella, quien me regalo la oportunidad de vivir.

Decidí ofrecerles mi cuerpo para que vinieran al mundo, y hoy son las dos personas que más quiero en la vida…a pesar de que la cambiaran para siempre, porque SER MADRE es una aventura fabulosa y extraordinaria para mi, pero es la tarea que más responsabilidad me exige. No voy a negaros que me sentí perdida al principio, que no sabía si lo estaba haciendo bien o mal, que sentí que me sabía la teoría pero la práctica iba a mostrarme su riqueza…aún hoy lo siento muchas veces, porque todos los días se aprende que  “ni eres perfecta ni debes serlo”. Además me encanta recordar la famosa frase de Aristóteles que dice que “La duda es el principio de la sabiduría”. Vivimos rodeados de manuales de instrucciones, que nos indican cómo debemos usar los objetos que adquirimos, pero los hijos no traen ninguna guía debajo del brazo…simplemente podemos ir escribiendo cada día muestro manual particular, reflejando las dificultades que debemos sortear y los méritos que también debemos atribuirnos.

La primera vez llegué a casa tras una cesárea, con unos cuantos kilos menos, débil, aquel niño absorbía mi energía, no permitía que pudiera ni siquiera ducharme cuando lo necesitaba…era como si hubiera desaparecido de la tierra de repente, como si hubiera expulsado un ser al mundo que se convirtió en mi primera prioridad, ya ni yo misma lo era y al principio no sabía ni donde ubicarme. Con el paso de los años he descubierto FORTALEZAS que no sabía que poseía y MIEDOS que no sabía que existían. He comprendido que los niños crecen hasta cuando no les miro, que el tiempo pasa volando y que por eso prima la CALIDAD de tiempo que les dedico, más que la CANTIDAD…Me doy cuenta que hace poco estaba cambiando pañales y de repente me encuentro sentada en una mesa ante personas que opinan, que expresan su sentir y que tienen su propio criterio…y que inevitablemente deberán cometer sus propios errores, así como lo hice yo...y que si bien me nace querer protegerlos, jamás podré evitar que tengan que enfrentarse a diversas situaciones en la vida…porque deben resolver solos ya que solamente así podrán madurar, sólo así serán personas autónomas y responsables.

Quiero que sean felices, pero entiendo que para que lo sean debo hacerme cargo de serlo yo misma, que el truco no reside en vivir “POR Y PARA” ellos, sino en SER...únicamente SER lo que ya soy y EJERCER de madre y hacerlo pensando y deseando que me necesiten cada vez menos porque eso significará que los he amado para permitir que se marchen algún día, por mucho que me cueste soltar amarras. Precisamente porque ellos seguirán su camino, no debemos perder el rumbo del nuestro propio. Y necesitan que les mostremos que seguimos siendo personas, más allá de ejercer de madres también seguimos conservando nuestros propios sueños, así como ellos lo hacen. Amarnos y cuidarnos a nosotras mismas, permite que podamos amarlos a ellos, mostrarles lo que somos, permite comunicar nuestras emociones y sentimientos para que nos conozcan y reconozcan como SERES HUMANOS.

Ellos tienen su carácter, un carácter que definen con muy poco tiempo de vida, un carácter que utilizan como todos los demás, para solventar problemas cotidianos y enfrentarse al mundo. Yo también poseo el mío propio…Y sus caracteres y el mío deben encontrarse, chocar, abrazarse…CONVIVIR…en una travesía en búsqueda de nuestros propios corazones y el de los demás...para hallar la paz. Y en este camino lleno de baches y curvas, a veces pendientes en las que nos dejamos el sudor y las piernas, creo que gano relacionándome con ellos con COMPASIÓN para poder resolver los conflictos y solucionar los desafíos que se presentan diariamente…estas hostilidades que entran en el hogar sin pedirnos permiso, sin que los llamemos…porque la vida se encarga de ponernos las cosas difíciles para poner a prueba nuestra capacidad de resolución y para darnos oportunidades de aprendizaje. Ante los inevitables conflictos es cuando tengo que recordar que si bien mis hijos y yo podemos tener diferentes estrategias para satisfacer nuestras necesidades es importante que logre siempre ver la humanidad que hay detrás de ellos, aún cuando su comportamiento me disguste…y es en ese preciso momento cuando debo repetirme a mi misma que tengo que mantener la esperanza de encontrar salidas y estrategias creativas para satisfacer todas nuestras necesidades. El lenguaje de la compasión es sin duda la apuesta más inteligente, porque como leí alguna vez en un libro de Mario Alonso Puig, la compasión es la expresión de un amor incondicional, de un respeto, es buscar siempre lo mejor en los demás...en definitiva la compasión para "reír con los que ríen y llorar con los que lloran” mostrando siempre una gran solidaridad, como positiva actitud de generosidad y cuidado de los demás. Entiendo que la compasión es un sentimiento maravillosamente humano porque permite que podamos acercarnos a los demás, sin necesidad de pasar por la misma situación que ellos.

También me veo a mi misma como un diapasón, porque así como vibro yo, vibrarán ellos…y debo procurar desprender el mejor sonido, para que su diapasón mental vibre de manera positiva. Hablo de ser madre desde el corazón, …ofreciendo empatía y abriendo la puerta a la COMPRENSIÓN y CONEXIÓN más profunda porque hasta cuando comienzan a caminar entienden más de lo que pueden expresar en palabras, precisamente desde entonces debemos enseñarles el alfabeto emocional ya que es desde el piso de abajo, desde que nacen...debemos conectarnos con ellos para que nuestras propias necesidades y las suyas estén en armonía. Se trata de entender que tienen estrategias y prioridades distintas a las nuestras y que vale más un “PODER CON” que “PODER SOBRE”. No es tarea fácil, sin embargo entiendo que todo ser humano está más abierto a considerar a los demás cuando comprende las necesidades y sentimientos subyacentes del otro porque es entonces cuando puede conectarse a quien lo rodea. Y vibrar también significa mantenerme viva a mi misma, tomar decisiones para ser más feliz, aunque no les guste…porque siempre procuro transmitirles que deben alegrarse cuando sigo intentando estar siempre mejor que ayer, ya que eso significa que quiero ofrecerles lo mejor de mi misma. 

En realidad la tarea más importante de nuestro ejercicio como madres es la de llenar sus mochilas emocionales de recursos para manejarse por la vida, además de conducir nuestras propias emociones.

Utilicemos...
...nuestros ojos para mirarlos...
...nuestra boca para besarlos, para animarlos y alentarlos con nuestras palabras…para elogiarlos u orientarlos...
...nuestros oídos para escucharlos…para atenderlos...
...nuestras manos para abrazarlos y acompañarlos, o recibirlos con los brazos abiertos, acariciarlos para consolarlos cuando lo necesitan…

...pero también debemos dejarlos pensar por sí mismos, aceptarlos como son, respetarlos…en fin resumiendo se trata de AMARLOS. Se trata de construir un espacio de libertad y de amor conjuntamente. No olvidemos que somos su punto de partida…un inicio…somos o debemos ser...

ARTISTAS en acompañar a nuestros hijos en el proceso de convertirse en personas.

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