"Te veo muy guapo" le dije cuando me lo encontré en la calle…"He dejado el speed" me respondió. De repente vi a aquel niño de ojos vivarachos, de carácter determinante que años atrás había ocupado una silla en mi aula. Recordé las veces en las que hablando de alcohol y drogas en clase…escuchaba de su boca decir que jamás coquetearía con ellas y sin embargó, había vivido su particular infierno…una vida llena de idas y venidas, de subidas y bajadas, pisando el acelerador a fondo…para estrellarse contra el muro que mostraba un graffiti que lo hizo volver de su peculiar fantasia de la inmunidad. "Pensé que las tenía controladas…que a mi ni me afectaban…y me equivoqué".
Años atrás se soltó de los brazos quizás excesivamente protectores…no sé si fue por eso que le costaba tolerar la FRUSTRACIÓN, y aprendió su significado a golpe de ingerir muerte pensando que lo que se "metía" era LIBERTAD. Fue más esclavo que nunca…rompió las cadenas familiares que lo ataban en demasía y se anudó las muñecas y los tobillos con un alambre oxidado, para ser sometido a un mundo que le pasaría la mayor de las facturas. Vivir es crecer y crecer es aprender a perder, como dice una frase de Jaime Barylko. Puede que él no lo hubiera interiorizado.
Ya comenzó abandonando a sus amigos de siempre, aumentando sus salidas y huyendo de los encuentros familiares que lo ahogaban. Y si bien soportaba la presencia de los seres que más lo habían querido y lo seguían haciendo…era más agresivo con ellos de lo habitual. No soportaba las normas, puede que nunca las tuviera muy claras, así que decidió que seguiría sin pautas caminando a trompicones aún a sabiendas de que su comportamiento le dejaba exhausto y aceleraba su decadencia cada vez más cercana. Se había convertido en especialista de la mentira y del disfraz, si bien no podía ocultar su mirada, sus ojos echarcados en pequeños hilillos de sangre…ojos que no reposaban más que un rato que arañaba a sus interminables viajes al más allá y tampoco en aquel receso encontraba la paz que ansiaba. Siguió ocupando pupitre, hasta que el sistema lo pudo contener, con su bajo rendimiento escolar...estudiar no fue nunca su "especialidad", aunque su capacidad intelectual era fabulosa…pero el fracaso escolar no fue consecuencia de sus hábitos insanos… sí lo fue para alguno de sus amigos…que siguiendo la "norma establecida" corrió su misma suerte por creer que así "podría integrarse en el grupo".
Seguramente pensó que sería más adulto si experimentaba la sensación de que podía hacer con su vida lo que quisiera…Y lo más terrible es que es así…ELLOS PUEDEN DECIDIR HACER LO QUE DESEEN. Quien sabe si no comenzó a recorrer su descenso pensando que sus "nuevas compañeras", las drogas, le permitirían sentirse mucho mejor y más tranquilo o le picó la curiosidad y después no supo decir NO. La cuestión es que transgredió y lo hizo de una manera brutal, atentando contra su propia salud y demostrando lo poco que se amaba a sí mismo…Se sabía la teoría pero no pudo ponerla en práctica.
Y para cuando quisieron darse cuenta en su casa ya era tarde. Terminó marchándose del hogar familiar, con un portazo y buscó cualquier cuchitril donde nadie lo iba a juzgar jamás…ya habían intentado colgarle el cartel de "prohibido"…ya lo habían amenazado y aquello ya no conectaba con él. Cuando se despidió había tocado fondo, pero se fue eufórico demostrando una seguridad absoluta de que jamás volvería al nido. Precipitó su salida y puede que lo hiciera mal…el caso es que sintió la necesitad de poner tierra de por medio y escapar. Y VOLÓ, pero su vuelo era hacia abajo y en picado. En realidad, estaba anestesiándose, para huir de su propia realidad…para buscar una calma…o puede que para neutralizar un miedo interior…para desconectarse del centro, de su ser…y llegó seguramente un momento en que ni era consciente, ni tenía voluntad. Cuanta más anestesia se inyectaba para evitar el sufrimiento…más dolor padecía…y para aniquilar su dolor…requería meterse más anestesia. ¿Hasta cuando?
Mientras tanto, unos padres destrozados estaban latigándose la espalda. Ellos habían vivido una época en que la información sobre las substancias tóxicas casi brillaba por su ausencia e imitar a los adultos era algo habitual. Habían hecho cosas a escondidas…como cualquier otra persona…pero las aguas no habían salido de su cauce. Jamás hubieran pensado que les iba a tocar vivir semejante experiencia. En el hogar que habían formado jamás había faltado el amor, ingrediente esencial para construirnos más humanos. Aquel niño, ya mayor, había crecido en un entorno afectivo.
Supongo que además del inmenso dolor del corazón y alma que unos padres sienten cuando un hijo se tuerce, no pueden evitar añadir el terrible dolor de los latigazos de la culpabilidad. Todos buscamos razones, nos hacemos preguntas, queremos que alguien nos diga "por qué". Nos preguntamos "qué hemos hecho mal". ¿Debemos siempre portar el peso de la "culpa" cuando las cosas no van tan bien como quisiéramos? Nuestra tutela es provisional, si bien jamás dejamos de ser padres. No olvidemos que los hijos abandonan un día la infancia y comienzan a tomar sus propias decisiones. Todos quisiéramos que sus elecciones fueran el resultado de una conducta responsable pero..
…pero…después de todo, sé que nuestros hijos, al igual que ÉL, terminarán volando. No quisiera, sin embargo, que ninguno lo hiciera sin poseer unas raices sólidas cual robusto árbol, para que puedan alzar ese vuelo…y sin la savia vital para poder acoger en la vida aquello que la misma vida les quiera mostrar o mejorar, reaccionando con un sabio inconformismo ante todo que crean que pueden mejorar. La inteligencia práctica que podemos dejarles en herencia, bien podría ser una mezcla de RAZONAMIENTO, LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD.
Ahora nos toca ejercer de padres y madres, y debemos ocuparnos del rol que nos corresponde. Soy consciente de que la adolescencia y la juventud invita a brindar por el riesgo. Sólo espero que mis hijos se diviertan, pero que no confundan la diversión con el consumo desmesurado, ya que muchos son los que toman las riendas de sus vidas y las sujetan con firmeza…y no permiten que se les presione para terminar sometiéndose ante nada ni nadie.
En breve me tocará contemplar la cama vacía de quien salió a "pasárselo bien" y entonces...
...me quedaré esperando…poco más puedo hacer. Sé bien que a veces puedo empujarlos a hacer justo lo contrario de lo que qusiera que hiciesen. No me queda más que esperar…para poder comprobar que el modo en que los he acompañado haya dejado su poso en ellos, para observar si los valores que les quise transmitir están presentes en su interior. No quisiera ser reiterativa, ni terminar discutiendo con quien ha perdido un poco el Norte en alguna salida nocturna. Preferiría esperar a que duerman y descansen…esperar a calmarme y serenarme…para dialogar sin acusar, sin amenazar…para establecer estrategias consensuadas…sin censuras que puedan dar paso a respuestas provocativas.
NO SE PUEDE IMPEDIR EL VIENTO, PERO SE PUEDEN CONSTRUIR MOLINOS. (Proverbio holandés)
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