lunes, 29 de junio de 2015

Siéntete... Siénteme



Cuántas veces al cabo de la vida preguntamos un “¿qué tal?”...y cuantas veces tenemos que responder nosotros a esta misma pregunta. “Tirando”…decía una señora que me encontré el otro día en una tienda, “¡qué quieres que te diga!” seguía para terminar de responder a quien le preguntaba…¿Tirando de qué…tirando del carro? ”Bien" dicen otros…cuando probablemente no sea del todo cierto…o ”mal" escuchamos decir a algunos…si bien es casi seguro que no en todos los casos se sienten tan mal como quieren hacer creer…Lo que me cuesta escuchar es el famoso "sin más” que muchas veces utilizan los niños…y me pregunto…¿qué significa? ¿quiere decir que ni fú ni fá? ¿que ni sienten ni padecen o ni saben lo que sienten? Hace bien poco les pregunté qué significaban para ellos esas dos palabras…no supieron qué responder, tan sólo pudieron elevar sus hombros haciéndome entender que ni siquiera tenía un significado real para ellos. Es la manera que han escogido para expresar…nada.

Esto me recuerda a una frase de José Ortega y Gasset…"Que no sabemos lo que nos pasa: eso es lo que nos pasa”. ¡Vaya tela! Esto es un real problema…y mayor será cuanto más tratemos de ignorar lo que nos pasa…porque lo que sí es seguro es que tenemos diferentes marchas y velocidades…no somos planos. Los sentimientos y emociones son parte de la vida y no deberíamos encerrarlos bajo llave.

En todo caso te propongo una especie de juego. La próxima vez que te pregunten…tómate un tiempo si quieres...para responder. “ Bueno…me embarga la tristeza porque las cosas no van bien en el trabajo, aunque a veces siento alegría porque por lo menos sigo conservando mi puesto y cobrando un salario a fin de mes…siento rabia cuando mi hijo adolescente me responde muy malamente pero al mismo tiempo me siento perezoso para ponerlo en su sitio...ya que pienso que se calmará solito y sin que yo intervenga”. Fíjate bien en la cara que pone quien te lo pregunta. Puede que tu respuesta real de lo que sientes no sea atendida…entonces verás si realmente le interesa a la otra persona saber “cómo te sientes”. También puede suceder de que lo que tú plasmes con tus palabras sea el inicio de un gran intercambio interpersonal. ¡Haz la prueba…no pierdes nada! Tal vez esa misma persona jamás te vuelva a preguntar. Con ese comportamiento te darás cuenta de muchas cosas. Porque preguntar…preguntamos muy fácil y responder también. ¿Lo hacemos con verdadero interés…esperando que nos digan la verdad? ¿Es una pregunta de cortesía? 

¿Sabes? Creo que preguntar a alguien cómo se siente no es preguntar cualquier cosa…tampoco es fácil respondernos a nosotros mismos si nos hacemos la pregunta. Pero lo que sí es realmente importante es que si somos capaces de poner etiquetas a nuestros sentimientos…seguro que podremos controlarlos mucho mejor. Sin duda es el único camino para saber cómo debemos actúar y comprender el por qué de ciertos comportamientos ajenos. Quizás debamos ampliar nuestro vocabulario de sentimientos. Si hablamos de ellos…aprenderemos a identificarlos y expresarlos.

Muchas veces confundimos SENTIMIENTOS con EMOCIONES. Los sentimientos son al fin y al cabo el resultado de las emociones…el sentir está relacionado a un estado de ánimo afectivo, muchas veces de larga duración, que se manifiesta en nosotros y los demás, como consecuencia de las emociones que en definitiva están asociadas al temperamento, la personalidad y motivación de las personas.

Dice Jose Antonio Marina en su libro “Diccionario de los Sentimientos” que somos inteligencias emocionales y que los sentimientos son el centro de nuestro ser. Si son lo más personal de nosotros…deben ser entonces de vital importancia para nuestra convivencia. 

A mi me gusta asociar la palabra emoción a "e-motion”, MOVIMIENTO…y voy a tratar de explicarte por qué. Las emociones siempre se producen cuando nuestra mente percibe, obtiene una información…pero el hecho es que todas las emociones producen deseos, que a su vez nos invitan a la acción. Queremos satisfacer ese deseo y por lo tanto debemos actuar. Recuerda que no hacer nada también es actuar. Depende de cómo resolvamos la situación…podemos llegar a la satisfacción o a la frustración. Contrariamente a lo que muchos piensan y dicen, creo que no hay emociones buenas ni malas. Las emociones son neutras. Cada una de ellas hace su trabajo y no debe ser ni ignorada ni tapada. Te lo voy a explicar, ya que para mi fue un gran descubrimiento.

Me gustaría que imagines que es viernes por la tarde. El reloj marca la hora de salida del trabajo…y tu mente percibe que estás liberado de obligaciones laborales…por lo que tu emoción en ese momento se traduce en ALEGRÍA. El DESEO que se manifiesta en ti es en el de salir a tomar algo con tus amigos. La alegría está para ser compartida y te dispones a llamar al grupo con el que habitualmente sales. Resulta que cada uno de tus amigos tiene algún otro plan esa tarde…unos se han comprometido a hacer compras con la familia, otros tienen otro tipo de compromisos que deben atender y todas tus llamadas telefónicas no dan el resultado que esperabas. Te sientes frustrado por no poder compartir tu alegría y te quedas en casa ya que no tienes a nadie con quien salir. Dime cuál es la emoción inmediata a esta…puede que sea la tristeza o a lo mejor el enfado. Tu emoción inicial de alegría se apaga para dar paso a otra emoción que producirá en ti otro deseo...que a su vez te llamará a la acción. Podrías salir solo y ver si encuentras a alguien conocido con quien pasar un rato. Si lo consigues…esa emoción de tristeza se tornará en alegría otra vez y bla, bla, bla...

De la misma manera, puedes percibir una situación que entiendes como injusta, al notar que alguien se está apoyando demasiado en ti…Alguien que no asume ninguna responsabilidad y carga todo sobre ti…que eres el pilar. Bastante tienes con sujetarte tú como para que se te echen encima…y con el peso de otro pilar sobre el tuyo…ves que te estás dejando torcer. Es una situación injusta para ti y esto te produce la emoción de la rabia. El deseo principal es el de querer enderezarte a ti mismo…antes de caer. Es una situación insostenible que debes resolver. ¿Acaso la rabia no podría ser el motor necesario para que puedas poner fin a lo que está sucediendo con tu vida? ¿Y no es precisamente eso lo que deberías hacer? ¿Sería incorrecto aprovechar esa rabia para resolver tu problema e intentar hacerlo de manera satisfactoria? 

No hablemos por tanto de emociones negativas o positivas…sino de a dónde nos conducen las acciones que ejecutamos para colmar los deseos que esas producen en nosotros.

No entiendo por qué asumimos que estar triste es negativo…ya que hasta la misma tristeza puede ayudarnos a equilibrarnos, a centrarnos…puede ayudarnos a llevar un proceso de duelo, solitario e introspectivo…que nos ayude a centrarnos en nosotros mismos y nos permita aceptar cualquier cosa que nos haya sucedido.

El tema es que pasamos de una emoción a otra a lo largo del día…vivimos sensaciones de muy variado tipo y siempre están presentes en nosotros. Darte cuenta de cuál es tu repertorio emocional te hará emocionalmente inteligente. Habla de tus emociones y compártelas con los demás…anima a tus hijos, amigos o compañeros a que lo hagan también. Recibe con respeto lo que los demás quieren compartir contigo. Acepta la emoción que estés sintiendo, es tuya y te pertenece…no te prohibas vivirla…ni intentes que la dejen de vivir los demás. Frases como “no debes enfadarte”, “no estés triste”, “es malo tener miedo…los niños grandes no lloran” no ayudan a nadie. Legitima las emociones…Legitima las emociones de los demás y hazlo con absoluta naturalidad. Pero siempre regula tus emociones y ayúdate a ti mismo para buscar dar la mejor respuesta ante lo que debas resolver. Seguro que la vas a encontrar.

Y ahora dime…¿cómo te sientes?


viernes, 26 de junio de 2015

Fin de Curso para Wert


Termina el curso y la etapa para el llamado "pirómano favorito" del presidente…quien redactó una ley que provoca desigualdades y saltó por encima de la oposición de muchas familias y docentes…así como ciudadanos.

Una ley que provoca desigualdades y una propuesta IMPUESTA...como una norma para hacer una escuela low cost que a todos los efectos presume que dejará en la cuneta a muchos alumnos de sectores desfavorecidos. 

Lo que nos ha dejado este señor antes de sus VACACIONES es una receta de
...menos becas y más tasas
...evaluaciones y reválidas que veremos si agravan o alivian el panorama…y...
… la idea de que no todos valen para estudiar, luego es previsible adelantar la vía laboral a los quince años y si se puede...que asome a los catorce. 

Decía Wert que “provoca pasiones encontradas” y por eso obtenía malas CALIFICACIONES. Hay quien quiere disfrazar la VIRTUD para que no se vea el PECADO. 

Habrá que dar tiempo al señor Iñigo Méndez de Vigo que dice que “no hay ningún marrón…sino responsabilidad y un honor”. Entiendo que responsabilidad es responder con habilidad. Siendo esto así le preguntaría al Sr. Méndez si realmente entiende el concepto de responsabilidad como yo y va a volver a considerar no el marrón…sino el borrón que nos deja el ministro que suspendió curso o si va a aprovechar el trabajo de su predecesor y lo va a seguir defendiendo.


Si él…como dicen…ha sido docente…puede que entienda la gran contradicción que supone que se apruebe una ley y casi antes de ponerla en marcha...ya se esté pensando en derogarla.

lunes, 22 de junio de 2015

Calma el Alma


Habrá que morir alguna vez…pero mientras tanto debemos vivir. Si tuviéramos siempre presente que tenemos una sola oportunidad de hacerlo, quizás podríamos darnos cuenta de que…lo verdaderamente importante es saber en cada momento qué es lo verdaderamente importante. A veces se nos olvida y nos dejamos ahogar en un vaso de agua, dando relevancia a cosas que pensando en frío, no son prioritarias. Pero para eso debemos detenernos, buscar tiempo para comunicarnos con nosotros mismos y con los demás, reflexionar y atendernos, planear, ordenar…sin perdernos de vista…con calma…quietud y serenidad.

"La vida es como un viaje por la mar:
hay días de calma y días de borrasca;
lo importante es ser un buen capitán de nuestro barco. 
Jacinto Benavente

No hay peor mal que la ignorancia…la inconsciencia de lo que sucede en nuestro interior y a nuestro alrededor, no hay nada más importante que dirigir nuestra vida, establecer un rumbo y seguirlo…dejar de ser jinetes que se montan en sus caballos…para llegar a ser caballeros que controlan al corcel. Manejar nuestras emociones con sabiduría es ser EMOCIONALMENTE INTELIGENTES…se trata de trabajar con nuestras emociones de manera no sólo inteligente sino constructiva, positiva y creativa. Regular nuestros impulsos emocionales y de conducta es una de las claves para ser triunfadores en la vida, como seres humanos. Sólo así podremos dar un buen ejemplo a nuestros niños y cumplir en definitiva con nuestra responsabilidad.

Soy consciente de que todos nos sabemos la teoría…pero que nos cuesta practicarla…que hablamos fácil…pero que contar hasta diez o hasta cincuenta en situaciones de estrés es un reto que realmente nos cuesta superar. Y de estrés sabemos bastante, ya que vivimos con el tiempo medido…ajustado y adorando lo que llamamos prisa. No obstante no dejo de pensar que algo que es insano no puede ser bello…el corpiño que nos impide respirar no puede gustarnos tanto, porque perjudica nuestra salud y si no estamos bien tampoco lo estarán los que nos rodean. Muchas veces hablamos de avanzar…de ir lejos cuando puede que avanzar sea en realidad realizar un viaje muy cerca…a nuestro interior, para poder controlar nuestro cuerpo, emociones y mente. La falta de calma nos impide mantener ese control tan necesario para nuestras almas.

Nos pasamos el curso escolar reflejando prisa en nuestro rostro, nuestra postura corporal y nuestras palabras…desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Creo que si nos grabaran con una cámara cada día y nos dieran la oportunidad de ver las grabaciones al final de la semana, podríamos observar que funcionamos como máquinas programadas, que lo tenemos todo medido y cualquier imprevisto no planificado nos saca de quicio. 

El día comienza con prisa…salir de casa para ir al colegio suele ser muchas veces toda una aventura llena de alta tensión. Algunas de las palabras y expresiones más sonadas en muchos de los hogares suelen ser “venga”…”deprisa”…”que no llegamos”…”corre”. Si el niño no termina su desayuno a tiempo nuestro volcán interior puede comenzar a expulsar lava incandescente que precede a una tormenta difícil de controlar. Y si el niño nos dice que no se encuentra bien, que le duele la cabeza o le ponemos el termómetro que nos indica que su temperatura es elevada…podemos llegar a vernos desbordados. ¿Qué hacemos con él? ¿Con quien lo dejamos? No podemos faltar al trabajo, y menos con los tiempos que corren. Así que le damos un poco de ibuprofeno y maquillamos su malestar para que no se le note. El caso es que salimos de casa con los pelos de punta…lo dejamos en la escuela y ya llegamos al trabajo con “la lengua fuera". Cruzamos los dedos para que no nos llame la maestra rogándonos educadamente que vayamos a recoger al niño al colegio, y puede que hasta silenciemos el móvil para no escuchar la llamada. Eso...si los niños son pequeños. Si tenemos niños un poco mayores nos podemos encontrar además con algunos escollos relacionados a las tareas que les mandan en la escuela. Llegamos a casa agotados después de un día en el que nos hemos dejado la piel y tenemos que afrontar el hecho de que al niño se le haya olvidado el libro en la escuela y se ponga a llorar desconsoladamente…o que nos diga que no entiende lo que tiene que hacer…o peor aún…que no tenga ganas de hacer la tarea e intente por todos los medios escaparse de hacerla. Nos toca lidiar con el problema…que termina en una discusión…y añade una carga adicional a la mochila que ya lleva mucho peso. En el preciso instante en que vigilamos al niño para que estudie y cumpla con sus responsabilidades, debemos tener la casa controlada…preparar la cena y quizás la comida del día siguiente. Parece que tuviéramos que hacerlo todo y lo que es peor, hacerlo todo al mismo tiempo…una receta perfecta para el estrés y la confusión. Y cuando llega la hora mágica de acostar a los niños que siguen llenos de energía mientras nosotros arrastramos los pies, volvemos a vivir un momento tenso, ya que no vemos el instante de despedirlos hasta el día siguiente en el que volveremos a la carga. Todavía acostados nos piden que les contemos un cuento o quizás nos quieran contar alguna vivencia que ellos consideran importante…En el mejor de los casos aprovechamos la ocasión para estar un ratito con ellos relajados…pero miramos de reojo el reloj…deben dormirse para descansar las horas pertinentes ya que al día siguiente todo volverá a comenzar y seguramente volverá a dominarnos nuestra compañera…la prisa.

Los niños a su vez nos cuentan algunas veces...que se les pasa el tiempo muy deprisa…y no es de extrañar que así suceda. Sinceramente me preocupa pensarlo, creo que es una mala señal. Yo no tengo el recuerdo de que mi infancia pasara tan “deprisa". Si ya desde niños viven una vida vertiginosa…¿qué sucederá cuando se conviertan en adultos? Porque todos sabemos que cuanto más mayores nos hacemos…antes transcurre el tiempo o esa es la sensación que tenemos. Los niños terminan el año escolar extenuados, agotados de tanto correr y curiosamente sus vacaciones son un problema para los adultos, ya que debemos gestionar sus tiempos y los nuestros de manera que esté todo en orden. En el período estival...llegan las costosas colonias de verano, las clases particulares y horas de academia para los que necesitan un refuerzo o algún viaje al extranjero para practicar algún idioma. La falta de sincronización entre sus horarios y los de los adultos es un problema que se debe abordar cada mes de junio y julio…puede que en algunos casos también en agosto...hasta que son un poco mayores y pueden quedarse solos. Sus vacaciones son un martirio que golpea nuestras puertas cada año. Estáis en ello ¿verdad? Ya los tenéis en casa sin colegio y seguramente muchos de vosotros habréis tenido que hacer cábalas para tenerlo todo organizado. Para algunas de las familias es la peor época del año…la más difícil de afrontar. Seguimos dejándonos dominar por la prisa…y continuamos contagiándola sin remedio. ¡Qué difícil es conciliar la vida laboral con la vida familiar!

Aún cuando llegan las vacaciones para todos hay días en los que se vive deprisa…Hemos estado siguiendo un patrón de vida durante un tiempo determinado…y cuesta desconectar hasta cuando podemos permitirnos el lujo de desprendernos del reloj. El primer día sin trabajo arrancamos el coche…tenemos una hora de salida y una de llegada…no podemos desperdiciar ni siquiera un minuto de nuestro tiempo vacacional y a veces llegamos a nuestro destino cargados de malas vibraciones. 

Así van pasando los años…en un estado de exceso de ruido y luz…en el que es complicado detenerse, pero absolutamente necesario. Dejamos que la misma vida nos atropelle…y tan sólo deberíamos de tratar de actuar de forma que podamos hacer hincapié en la importancia de los sentimientos para que nos ayude a nosotros y a nuestro niños a manejar toda una gama de emociones con un grado de AUTOCONTROL. Cuando las cosas nos desbordan sabemos que es necesario reducir la velocidad…pero la inercia nos lleva a acelerar y a perder la calma…y a que los niños la pierdan. No surtirá efecto que les digamos que se relajen si nuestra expresión facial indica que nosotros no podemos hacerlo. Nadie puede hacer que nadie se calme, sólo puede hacerlo uno mismo. ¿Es posible?

Sí que es posible. La buena noticia es que todos podemos controlar nuestra propia perturbación si nos detenemos y pensamos antes de actuar. Parar y echar un vistazo alrededor…observar nuestra postura corporal…cómo dirigimos nuestra mirada…qué es lo que hemos dicho o estamos a punto de decir y con qué tono lo hemos expresado, qué emoción sentimos en un momento determinado. Tenemos suficientes datos para poder darnos cuenta en qué momento hemos perdido esa calma y seguro que no nos gusta porque no nos beneficia…por eso queremos recuperarla…y mantenerla. Repetirnos a nosotros mismos “mantén la calma”, en voz baja o alta, al mismo tiempo que respiramos profundamente...resulta de ayuda. No hablo ni siquiera de pensamientos positivos, sino de PENSAMIENTOS CLAROS...que permitan distinguir entre lo que es beneficioso para nosotros y lo que no lo es tanto. Y si no…basta con recordar cómo se nos queda el cuerpo después de un colapso por dejar que la ansiedad nos embargue. Atraer lo que nos hace bien es la llave al bienestar. Cuidemos de nosotros lo más que podamos, al menos nada perderemos por intentarlo. Cerrar los ojos y viajar a orillas de ese lago que todos tenéis en vuestro interior…obsequiar vuestras almas con un poco de calma.


"Un hombre no trata de verse en el agua que corre, sino en el agua tranquila, porque solamente lo que en sí es tranquilo puede dar tranquilidad a otros". Confucio

lunes, 15 de junio de 2015

SOBORNO…FRÍO


Aquello funcionó cuando era pequeño…o más bien parecía funcionar. Aprendió a ser recompensado por su buena conducta y paso a exigir ser comprado para mostrar que podía acatar las reglas del juego. Hubiera bastado transmitirle que era competente, hubiera sido suficiente con hacerle sentir que creían en él y lo valoraban, hubiera funcionado combinar “ciertas recompensas externas” con amor, elogios, estímulos y afecto físico…con el fin de darle un pequeño empujón para que pudiera aprender a “disfrutar haciéndolo bien”. Tan simple como eso.
Al fin y al cabo la tarea principal era que aprendiera a que la realización de ciertos logros lo podía estimular y hacerlo feliz. No se trababa de enseñarle a desear tenerlo todo para disfrutar de la vida…él ya tenía la vida para disfrutarlo todo. Y no hay peor desastre que anticiparse a los deseos de los hijos evitando su desear. Pero sus padres veían que comprándolo con unos billetes mejoraba su mala conducta y en vez de recompensar sus puntuales “buenos comportamientos” prefirieron sobornar para conseguir objetivos.

No supieron ver que su hijo mostraba una seria falta de motivación por casi todas las cosas que lo rodeaban y necesitaba ocupar su tiempo para distraerse en “otros menesteres". Tampoco pudieron percibir la baja estima de su hijo para sí mismo…un autoconcepto muy negativo aunque pudiera parecer todo lo contrario…una percepción de aquel niño de que la culpa de sus fracasos en sus relaciones la tenían todos menos él mismo…por lo que tenía que defenderse agrediendo ante “falsos ataques”. Y tampoco supieron reconocer a tiempo que la disciplina familiar era laxa, que la indiferencia y hostilidad de los propios padres y la escasez de tiempo libre compartido estaban haciendo mella en aquella criatura.

El soborno se asentó en la vida de aquella familia, formaba parte de la convivencia y las relaciones personales entre los miembros de aquella casa…y las ofertas para detener su mal comportamiento iban aumentando su valor material. Es por esto que...llegó a ser la única manera capaz de conseguir que hiciera algo constructivo en su vida. Pero todo tiene un límite y la apuesta de aquel niño fue subiendo hasta que no pudieron cumplir sus deseos materiales, hasta que les fue imposible pagar la cuota y abandonaron cualquier intento para lograr desatar el nudo que ellos mismos habían construido. Casi era recompensado antes de poder demostrar su capacidad de seguir las reglas…y su cambio ya no le nacía por dentro…ya no se sentía motivado para comportarse adecuadamente si no era bajo pago.

De padres que sobornan…hijos que chantajean. El niño fue creciendo y seguía funcionando bajo unos parámetros “más o menos correctos” a base de ser sobornado. Empezó a chantajear emocionalmente a sus padres y lo que fue peor…se convirtió en recaudador de impuestos en los pasillos del colegio. Cobraba a los niños más pequeños para no meterse con ellos, pero en realidad los mentía ya que parecía satisfacerle sembrar el miedo y el pánico entre los que aparentemente poseían menos fuerza que él y se encontraban indefensos. Un día era una galleta y al siguiente el paquete entero…a cambio de una promesa que se llevaba el viento. Fue descubierto gracias a que un niño lo contara en su casa, ya que a él llegó a pedirle dinero…y el miedo no fue un muro para que suplicara auxilio entre los adultos. La advertencia llegó donde debía llegar gracias a unos padres que informaron al colegio de la existencia de aquel problema. Inmediatamente después…se descolgaba el teléfono para tratar de pedir colaboración a aquella familia, era la única opción para tratar de resolver un problema que había ido creciendo poco a poco y alcanzaba una magnitud de grandes dimensiones. La respuesta a la llamada del colegio dejo fríos a sus profesores…al escuchar por boca de aquella madre que “no se la volviera a llamar para advertirle del mal comportamiento de su hijo”. No quería que nadie la molestara con algo que en el fondo conocía muy bien pero que era incapaz de solucionar. Quizás ella intentó protegerse a sí misma, negándose a participar y colaborar para que su propio hijo se fuera enderezando. La cuestión era que ya había echado la toalla. Y abandonaba absolutamente su labor…una labor fundamental para la mejora de la convivencia en el centro. Poco se podía hacer por aquella criatura en semejantes condiciones…y ¿dónde quedaba la integridad de los demás? 

La indisciplina habitualmente no se debe a una cuestión individual de quien infringe las normas, sino a la forma de gestionar la disciplina, una gestión en la que todos los agentes educativos estamos implicados. Por eso…si falla una pata de la silla…esta cae y se parte irremediablemente. Debemos sentarnos a analizar las posibles causas que llevan a un alumno a transgredir las normas…para que podamos actuar ante los comportamientos denominados indisciplinados. Yo diría que hay tres posibles causas que conducen a alguien a ir en contra de las normas.

Puede ser que el niño en cuestión “no conozca las normas”. Analicemos entonces si realmente las pautas que rigen nuestra convivencia se viven, se hacen propias, se defienden y se cumplen.

Puede ser también que “el niño conozca las normas, pero las infrinja porque no las comparte”. Debemos entonces cuestionar la naturaleza de la misma norma, una norma que no funciona…bien porque no vaya acorde a la situación, bien porque sea vista como algo impuesto o bien porque se ve ajena a la propia persona. Deberemos adecuar la utilidad de las normas que guían la convivencia de quienes comparten algo juntos.

Puede ser también que “el niño conozca las normas pero sabe que no siempre hay que cumplirlas”. Si hacemos caso omiso al incumplimiento de determinadas normas, servirá para que los niños aprendan que no siempre tienen por qué seguirlas.

Sobornar no educa…ni es efectivo. Sobornar condiciona o amaestra y…manipula, ya que el premio...es usado para obtener resultados inmediatos. ¿Cómo es posible intercambiar conductas por bienes? La buena conducta debería ser alentadora para todos. Los niños necesitan saber que su buena conducta marca una diferencia. Ellos necesitan tener placer al hacer lo correcto.

Si son adiestrados en hacer las cosas para obtener ganancias, y no por el hecho de que son buenas en sí mismas, estamos aniquilando su motivación para hacer lo que deben y estamos al mismo tiempo fomentando en su ser una conducta reactiva, sin pararse a reflexionar, comprender o decidir.

Todos podemos cometer el error de sobornar “puntualmente” a nuestros hijos…prometiéndoles premios materiales para que hagan lo que creemos que deben hacer. El mejor premio no obstante es el que no cuesta dinero, el mejor premio no es una cosa…viene envuelto en un papel muy especialel afecto emocional. Por eso no debemos confundir las recompensas con sobornos. Las recompensas o refuerzos sociales sinceros tienen un impacto enorme, que a su vez refuerza su propia estima. Y los niños no deben quedarse con la idea del premio como un fin en sí mismo, deben entender el valor de las conductas aprendidas.



"Nuestra conducta es la única prueba de la sinceridad de nuestro corazón”.
Charles Thomson Rees Wilson

lunes, 8 de junio de 2015

¿HAS HECHO TU PARTE DEL TRABAJO?


Dos semanas de cinco días…para que el timbre del final del pasillo marque el instante en el que las aulas se vacían…hasta septiembre. Han permanecido casi dos centenares de días llenas, han sido muchas horas en las que la actividad escolar se ha desarrollado…con altos y bajos…con alegrías y algunas penas…con conflictos y reconciliaciones…con proyectos nuevos que se han puesto en marcha y carpetazos a otros que no funcionaban…con ilusiones y a veces…frustraciones…con risas y lágrimas…con alborotos y silencios…con situaciones de alta tensiones y otras de relajación…con suspiros y profundas respiraciones…con sus cuatro estaciones…con sus cambios climáticos…todo un curso escolar…una poción de vida…un principio y un final…con intermedios y anuncios publicitarios para acomodarnos a diversas situaciones…y esto se acaba en breve…y se me ocurren tres preguntas al viento, porque es nuestra responsabilidad hacer acto de reflexión...

                    ¿hemos nutrido a cada individuo?
                                        ¿hemos encontrado lo que les hace reaccionar?
                                                            ¿hemos hecho nuestra parte del trabajo?

Y una última cuestión muy importante…¿lo hemos hecho juntos?

Ojalá podamos pensar todos que nos alegramos de haberlo hecho en vez de tener que confesar…”ojalá lo hubiera hecho. Porque si estuvo en nuestras manos y no lo hicimos…al menos deberemos poner atención lo que sucedió. Sólo así podremos sacar lo positivo del éxito y el meollo del fracaso…para que podamos construir oportunidades desde una base de fracasos y errores, transformarlos en alarmas que no dejen de pitar y no se almacenen en un baúl como si no hubieran sucedido. Al fin y al cabo se trata de dejar este mundo un poco mejor de lo que nos lo encontramos…nadie nos pide milagros y sabemos que no podemos hacerlos. Pero como dice Tim Smith, si hemos encendido los fuegos de la imaginación y la ternura de una humanidad compartida…habremos girado al menos la rueda del molino que con su fuerza puede comenzar a iluminar “mundos”…diversos mundos chiquitos y no tan chiquitos que merecen pasar al menos sus horas escolares y domésticas en entornos que les inspiren y les conforten, espacios diseñados para ellos y por ellos. 

Por eso te pregunto si has hecho tu parte…de la misma manera que me lo pregunto a mi misma. Y te invito a preparar una despedida…el cierre…preparar el final. Ese final en el que ellos, nuestros niños…reciben un boletín que resume su progresión escolar, ese final para los padres que serán invitados a reuniones individuales para escuchar y también participar en un diálogo con quien ha liderado de alguna manera…el propio liderazgo de sus hijos, ese final que indicará que ya no tendremos que pelearnos con los niños para que realicen sus tareas escolares y también el final que marca el inicio de las vacaciones…la época estival por la que somos muy envidiados los docentes…la época en la que quizás comience también la preocupación de los progenitores que tienen a sus hijos mucho más tiempo en casa.

Pero volvamos a la despedida. Esa que producirá alivio en algunas almas…por terminar una etapa que ha sido difícil en sus vidas; tristeza en otras…por tener que acabar quizás alguna relación con alguien a quien no se volverá a ver con frecuencia, tristeza por algo que se acaba y ya no volverá; incertidumbre…por no saber lo que se encontrará en la siguiente etapa…por algún posible cambio que se va a producir en el futuro; tranquilidad y confianza…por haber sido capaces de superar un reto más en la vida o…angustia…por no haberlo hecho.

El adios no debe ser solitario…debe ir acompañado de una reflexión, una evaluación profunda de todo el proceso, y una auto evaluación de nuestra práctica... que garantice un nuevo horizonte y un futuro algo más prometedor. Y sigo preguntando…¿por qué no atrevernos a enfrentarnos a las respuestas de quienes han ocupado las aulas y nos han acompañado en la aventura? Podríamos preguntarles y dejar que se expresen.

¿Cómo se habrán sentido respecto a lo que han aprendido, a los vínculos de relación que han ido estableciendo con compañeros y docentes…incluso con sus propios padres en su proceso?

¿Les habrá interesado lo aprendido? ¿Han podido atender y atender(se) ¿Se habrán sentido atendidos? ¿Han conectado? Y respecto a nosotros los adultos…¿Hemos atendido lo que debíamos atender? ¿Nos hemos sentido atendidos? y ¿En qué medida hemos participado en el proceso?

¿Les será útil lo aprendido, les aporta algo para su vida real fuera de las cuatro paredes del aula? ¿Qué hemos aprendido nosotros de ellos como facilitadores o padres?

¿Se sienten capaces? Y nosotros ¿sentimos que somos capaces?

No estaría mal, si pudiéramos responder a todas estas preguntas…o al menos dejar que quien deba hacerlo tenga la libertad de narrar lo que haya sentido…que le sea permitido mostrar sus sensaciones y estados emocionales. Solamente si recogemos un feedback verdadero…podremos mejorar nuestra labor. Sólo si somos honestos y nos auto-revisamos y abrimos el camino para que todos los participantes en este viaje puedan hacerlo…tendremos la información que necesitamos para poder poner un broche de oro a un cierre y un período que ya no volverá a repetirse.

Atrevámonos a abrir un espacio para la crítica con naturalidad, recoger lo que haya gustado y lo que no…sean contenidos o procesos emocionales y relacionales.

Quien escucha y atiende a las emociones y opiniones que se generan a su alrededor…no recogerá única y exclusivamente elementos de mejora, sino que puede ofrecer un modelo de autoridad en la que la crítica puede ser recibida con naturalidad y en la que las opiniones serán respetadas.

Puede que algunas cosas no sucedieran como deseábamos…como suponíamos, ni como teníamos previsto. No importa si podemos darnos cuenta de ello o si dejamos que alguien nos invite a darnos cuenta…Recordar que todos somos compañeros en este camino…en esta caravana escolar…toda una aventura…un trayecto corto…un viaje. Y viajar en definitiva es vivir.





lunes, 1 de junio de 2015

FRIOlera…DE HEDOR


Él “no había nacido aprendido”, pero tampoco nadie se preocupó por enseñarle. Unos padres con pocas posibilidades de triunfar en su rol, ambos castigados con sendas enfermedades que implacables…no permitían ni que ellos mismos, supuestos adultos de una familia desestructurada...fueran autónomos…y mucho menos un modelo al que poder seguir. Nadie negaba que lo quisieran…todo lo contrario. Pero había nacido en el seno de una familia con un alto abandono de los hábitos higiénicos y la imposibilidad de hacerse cargo de él dotándole de lo más básico. El comportamiento agresivo del progenitor…hacía que ni siquiera los servicios sociales pudieran “solucionar” un problema que había pasado a ser molestia. Y ya se sabe que cuando algo molesta…más bien se tiende a esquivar…y no afrontar con coraje para tratar de buscar la mejor solución. Hacía falta ser muy comprometido con el prójimo para entrar en aquella casa e intentar poner un poco de orden.

Mientras tanto para él…todas las mañanas…su momento de gloria cuando su “profe” lo metía en la ducha y le daba ropa limpia para poder vestirse. Tenían duchas en el colegio y habían decidido que allí…en aquel hábitat…sería uno más…y no jugaría en desventaja. Por lo menos no sería rechazado por el hedor que emanaba cada día…ya que al salir del colegio se le tenía que volver a vestir con la misma ropa que había llegado por la mañana…porque si no desaparecía y el colegio no podía proveer al niño con ropa nueva todos los días. No le iba a faltar su ducha diaria ni el plato de comida caliente todos los días mientras allí estuviera…pero al salir de allí tendría que volver a convivir entre las paredes que llevaban grabado aquel olor que se le pegaba en el cuerpo mientras dormía…para volver al colegio al día siguiente y provocar casi nauseas entre sus compañeros y profesores que debían atenderlo…hasta que el momento de la milagrosa ducha le aclamaba.

De vez en cuando…un padre “enfermo” que no perdía ocasión para insultar a las profesoras que atendían y limpiaban todos los días a su hijo…incluso llegó a insinuar un día que lo que las docentes querían era ver a su hijo desnudo…¡horror! Estupefacción y miedo…ante los desgarradores gritos e  improperios que lanzaba aquel hombre…pidiendo que no tocaran a su hijo.

Pero era preferible pasar el mal rato ciertas ocasiones ante un adulto encolerizado que ni siquiera sabía lo que decía… a permitir que la  pobre criatura fuera marginada por no poder soportar sentarse a su lado. Tuvo suerte con sus compañeros…que conscientes de su situación familiar…soportaron estóicamente cada mañana su presencia en el aula…esperando que el agua de la ducha se llevara consigo la “marca maldita” que penetraba sus orificios nasales sin compasión.

Un caso extremo…que no deja de ser recordado por quien lo padeció…muy peculiar…pero no tan lejano a otros casos en los que la falta de aprendizaje de los hábitos higiénicos…se debe a la falta de ejemplo, asimilación de rutinas, pautas y disciplina que no hacen más que reportar bienestar físico y mental en cualquier niño…o quizás un abandono y dejadez que nos lleva a tener que luchar con insectos que habitan cabezas y enervan a quienes no invitaron a sus inquilinos a vivir entre sus cabellos. Porque aunque parezca mentira, actualmente lidiamos con el problema de los piojos durante todo el año. Padres que se quejan de que no saben ya que hacer para eliminarlos y se angustian y se avergüenzan…pensando que sus hijos serán tildados de “sucios” a pesar de que sean todo lo contrario. Otros padres que se dan por vencidos y afirman que no van a gastar más dinero en productos antiparasitarios, porque piensan que es en vano…que es tirar el dinero a la basura…y otros padres que por “falta de tiempo” o “falta de voluntad” no agarran el toro por los cuernos y no se ocupan de lo más importante…si bien algunos pareciera que cuidan muy bien su aspecto personal…pero debe ser el único que cuidan ya que no tienen reparos para entregar a sus hijos con el pañal usado durante toda la noche, sin cambiarlos, sin asearlos…sin quitarles siquiera las legañas de los ojos y en alguno de los casos…plagados de piojos en sus cabezas desde bien pequeños. Y ante esto…la impotencia de los docentes y resto de las familias que no saben bien cómo enfrentar un problema que afecta al bienestar común.

Una de las reuniones más duras a las que me enfrente fue aquella reunión en la que tuve que advertir a una madre de la falta de higiene de su hija. Se estaba quedando sin amigas…nadie quería sentarse a su lado…nadie quería jugar con ella porque desprendía un olor a sucio...que la verdad era difícil de aguantar. La madre aparentemente muy limpia y ordenada, reconocía que ella no se ocupaba de la higiene de su hija y que ya le decía constantemente que debía asearse y cambiarse la ropa interior, pero que la hija no le hacía caso. Cuán equivocada estaba…ya que cuando hablamos de hábitos no estamos hablando de repetir hasta la saciedad una orden para grabarla en la mente, sino de hacer comprender la importancia de esas costumbres para que nuestros hijos estén más tranquilos y para su propio bien…con el objetivo de conseguir que hagan suyos esos hábitos. No basta con repetirlo…también hay que practicarlo, ya que es mejor mostrar solidaridad con las tareas que les pedimos y evitamos que suenen a órdenes. Acompañar a nuestros hijos en el aprendizaje de los hábitos desde la firmeza y desde el afecto…nos ayudará a establecer con ellos un vínculo muy especial. Pero las malas compañías como las prisas, presiones de horarios, estrés y otros elementos obstaculizan el buen hacer. Y es que…lo verdaderamente importante es saber qué es lo verdaderamente importante.

Si transmitimos un hábito higiénico…o cualquier otro hábito sin presionar…puede que lo interioricen con el paso del tiempo. Pero debemos ser regulares en su cumplimiento y también  debemos avisar con tiempo lo que queremos que nuestros hijos lleven a cabo, ya que el desorden y el caos, es decir, cumplir los hábitos sólo algunas veces... no lleva a los niños al aprendizaje. Acompañarlos a limpiarse las manos antes de comer o cenar puede ser un acto muy divertido si se hace con humor…de la misma manera que limpiarse los dientes, por ejemplo. Ante el enfado y las órdenes mal dadas…con el ceño fruncido…lo que se consigue es el conflicto. Los hábitos se consolidad con el tiempo, después de haberlos reforzado muchas veces…pero es tarea nuestra en casa hacerlo.

Reforzando positivamente cuando practican los hábitos que queremos transmitir de una manera eficaz…les motiva a seguir haciéndolo.

Quizás la palabra clave sea RITUAL...algo que se realiza de manera habitual por su valor simbólico, como una rutina pero se hace de un modo especial, con una forma en particular de hacerlo. 


Busquemos esas formas particulares y especiales de llevar a cabo esos hábitos…modos creativos que nos ayuden a que nuestros hijos los interioricen. Y tratándose de la higiene…recordar que una falta de ella podría provocar un rechazo hacia cualquier niño…y los niños en definitiva lo único que buscan es lo que buscamos todos los demás…ser aceptados y AMADOS.