Dicen que la vida consiste en una serie de actos repetidos. Si grabáramos nuestro funcionamiento de cada día que pasa, como si de una película se tratara…bien podríamos observar que nos puede resultar hasta difícil diferenciar unos días de otros. Nos levantamos, nos aseamos, nos vestimos, desayunamos, arreamos con los niños, vamos a los lugares de trabajo, comemos, puede que nos volvamos a desplazar a nuestra empresa, volvemos a casa, hacemos la compra, preparamos la cena, cenamos y nos vamos a dormir…y esto cada día. Tal vez suceda que...cualquier imprevisto que nos cambie la repetición de nuestras acciones…provoque un caos que nos saca de quicio…ya que a veces parece que quisiéramos controlar hasta el propio control. Bien es cierto que nadie nace con una rutina establecida…sino que vamos moldeando continuamente nuestra forma de actuar en base a nuestras necesidades y las diferentes circunstancias que nos acompañan.
No te digo que la rutina sea mala ni me refiero a que no debamos sujetarnos a ella…si lo que queremos es hacer que la vida diaria sea algo más controlable. Lo que ya no suena tan divertido es que nos convirtamos en seres mecánicos y hagamos las cosas sin ningún sentido, sin un ápice de afectividad…en definitiva sin corazón.
Hay quien dice que odia las rutinas, que hacen que sus días parezcan iguales y necesitan de variedad y estímulos para poner emoción en sus vidas, un punto de aventura descontrolada que abre paso a la incertidumbre, afrontando riesgos…una sensación que provoca un cosquilleo con un punto de miedo o en algunos casos una pizca de placer. Los hay también que tras un período de descanso…no hacen más que aplaudir la vuelta a la rutina. Pareciera que esta misma rutina les diera seguridad, cuando ven que todo sigue en su lugar y que pueden anticipar lo que vendrá después…que cada paso que dan abre camino al siguiente…que ya está planificado con anterioridad…elementos predecibles del día a día que les resultan cómodos…rutinas estructuradas…costumbres que aunque para Shakespeare sean “monstruos que reducen polvo hasta los mejores sentimientos” hacen que la vida adquiera un tono más relajado. Los niños necesitan de estas rutinas o costumbres…el sentirse descolocados les hace sentir que están desnudos ante una manada de lobos y acentúa sus miedos. Ellos necesitan saber que su día a día está más o menos controlado…necesitan saber si van a comer en el colegio o deben ir a casa de vuelta…necesitan saber quien irá a buscarlos a la escuela cuando la jornada termine…necesitan una estabilidad para no sentirse ansiosos.
Dice Barbara Biziou, autora del libro “The Joy of Ritual”, que la mayoría de nuestras rutinas diarias son rituales inconscientes y los llevamos a cabo sin pensar en su significado. Lo que pensé al leer estas palabras fue si realmente un abrazo por la mañana o una despedida o incluso un beso a uno de nuestros hijos cuando entra en el aula...se podría categorizar como un acto inconsciente, por el efecto que producen las prisas con las que nos movemos y a partir de aquel momento…me prometí a mí misma que cada uno de estos rituales de conexión…tan impregnados de amor…jamás fuera un acto que careciera de consciencia…jamás fuera algo mecánico…sino que trataría siempre de dotar de sentido al mundo que me rodea, por mucha aceleración que me pidan las circunstancias.
Me gustó mucho leer la diferencia que hace Catherine L´Ecuyer en su libro “Educar en el asombro". Ella indica que el elemento diferencial clave entre la rutina que aliena al niño y el ritual que le hace tanta ilusión es la humanización del acto…es decir…El ritual es la rutina, pero humanizada.
" - ¿Qué es un ritual?
- Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora de las otras horas."
El zorro al principito
Deseo rutinas y al mismo tiempo deseo rituales para convertir los momentos más mundanos en momentos de conexión y cercanía, y así lo deseo para ti…para los que te rodean…para tus hijos y los míos...para todos los niños del mundo…porque son ellos quienes pasean por la vida…son ellos quienes consiguen que el tiempo casi pase desapercibido para ellos.
Si bien te he dicho antes que creo firmemente que las rutinas nos ayudarán a hacer de la vida diaria algo más controlable y contenido, el ritual logrará imbuir lo mundano con un elemento de magia. Todos los rituales tienen un propósito…hasta acostarse tiene el propósito de relajarse; leer un cuento a nuestros hijos tiene el propósito de conectarnos con ellos…además de otros aspectos emocionales que podemos reforzar…regalando un pequeño instante de ternura, un breve espacio de tiempo indescriptible de unión con nuestros hijos…que no tiene precio.
Al fin y al cabo son los detalles, los pequeños gestos, la sensibilidad extremada lo que educa y hace crecer.
Me quedo con una reflexión sobre rutinas y rituales de Alfredo Hoyuelos, que habla en un breve artículo titulado “Buenas ideas: La pedagogía del moco” y publicado en la revista Infancia, que se pueden limpiar los mocos a un niño de diversas maneras. Sabemos que el niño se sentirá más a gusto con la nariz limpia…pero ¿cómo lo hacemos? Pienso que en ciertas ocasiones puede que haya algo de inconsciencia en las maneras…cuando invadimos la pequeña nariz del niño y sin pedirle permiso atacamos con un pañuelo ejerciendo una fuerza excesiva. Hagámoslo con un adulto y veamos qué pasa. ¡Ahhh...eso no! No nos atreveríamos ni siquiera a pensarlo. Tomemos el acto de quitar los mocos entonces, en forma de ritual…explicándole lo que vamos a hacer…pidiéndole permiso…poniéndonos a su altura…mirándole a los ojos…mostrándole el pañuelo…regalándole una sonrisa. Y veremos que es muy distinto a pillarlo desprevenido. La diferencia quizá resida en que convirtiendo este acto en ritual…estamos poniendo nuestra alma en ese pañuelo que estamos usando.
Conservemos por lo tanto las rutinas…pero convirtamos aquellas que lo requieran en rituales humanizadores, con pequeños gestos de amor, con respeto y con el corazón. Puede que un equilibrio entre ritual y rutina sea un balance esencial de la vida.
Permíteme que ponga el broche a este escrito con una frase de Mario Benedetti…que dice que “El amor no es una repetición. Cada acto de amor es un ciclo en sí mismo, una órbita cerrada en su propio ritual. Es, cómo podría explicarte, un puño de vida."
Fantástica Anaje!!! Voy a por ese ritual que me aparta de la rutina, sonrío. Bonito jueves.
ResponderEliminarGracias Malena! No dejes del todo las rutinas...ya que sin ellas podríamos perder el control, pero es bueno adherirse a la magia de los rituales...romper el molde de vez en cuando para darle ese toque único a un día cualquiera. Un beso y aprovecho para felicitarte por tu gran éxito con el blog. Te lo mereces. Abrazo!
EliminarGracias Malena! No dejes del todo las rutinas...ya que sin ellas podríamos perder el control, pero es bueno adherirse a la magia de los rituales...romper el molde de vez en cuando para darle ese toque único a un día cualquiera. Un beso y aprovecho para felicitarte por tu gran éxito con el blog. Te lo mereces. Abrazo!
EliminarGracias por compartir esto, yo estoy lleno de rutinas, a ver si matizamos!
ResponderEliminarGracias a ti Patricio por leerlo. Seguro que tienes la opción de introducir algunos rituales y romper un poco con las rutinas. Como digo en el post, las rutinas son necesarias...pero introducir algunos rituales llenos de magia que rompan un poco nuestros días es imprescindible. Seguro que lo consigues! Fuerza! ¡Te deseo una muy feliz noche y semana!
EliminarGracias por compartir esto, yo estoy lleno de rutinas, a ver si matizamos!
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