lunes, 28 de septiembre de 2015

Un NO…que es casi un SÍ


¡Cuantas veces tengo la sensación de que nuestro interior nos dicta un NO y terminamos balbuceando un SÍ…trabado entre los dientes por no batallar! Sinceramente creo que es algo que como docente y madre tendríamos que enseñar a nuestros niños…”UN NO…ES UN NO”…y lo es para todo el mundo…lo es para ti cuando te lo dicen y lo es para los demás cuando tú sacas la tarjeta roja del NO.
Leía en la prensa la semana pasada, que aquí donde yo vivo...repartirán guías, pegatinas y chapas con el fin de invitar a los jóvenes a adoptar una actitud activa frente a las agresiones. El mensaje está claro…”NO ES NO. Insistir es acosar. Acosar es agredir”. En el artículo titulado “Por unas fiestas sin violencia sexista” se nos recordaba que la mezcla de alcohol y el desenfreno no siempre tienen buen final y no es justo que haya quien tenga que pagar sus consecuencias…soportando una situación de temor ante una posible agresión, faltas de respeto, juicios o insultos. Aún hay quien no entiende el significado del NO y sigue alimentando una epidemia global que lastima y perjudica.

Y hoy es lunes…28 de septiembre. Sé que puede que nada te diga esta fecha, sé que puede que sea un lunes cualquiera para ti…parecido al anterior, un lunes que en tu caso abre una semana intensa…o a lo mejor no tanto. ¿Sabes? Para mi es distinto, déjame que te cuente por qué.

Hoy comienzan las fiestas patronales, tres días de ajetreo constante…tamborrada, cohetes, música…exceso de ruidos y luces...llanto de algunos niños que nunca tienen suficientes vueltas en las ferias y quieren más…alegría de otros que ya tuvieron bastante…cuadrillas de jóvenes ilusionados con planes de exprimir hasta el último día…con sus respectivas noches…pañuelos que abrigan los cuellos de quienes desean lucir un adorno festivalero…zapatillas deportivas que caminan a las órdenes de quien se dispone a recorrer las calles con ánimo de no perderse hasta el último detalle…teléfonos que suenan sin parar y disparan incansablemente sus flashes…ávidos de captar el momento para lucirlo en Instagram…bares que esperan con sus cámaras repletas de...

Quiero dejar de pensarlo…tengo que lograrlo…llevo días escuchando a otros padres y madres que viven con la preocupación pegada al alma…que están deseando que pase el huracán de estas fiestas…que cruzan los dedos para que todo transcurra con normalidad. Hablan de bebidas nuevas…modas que no conocemos…costumbres adquiridas que no podemos ni imaginar…porque ya no formamos parte de la tribu, porque ya se nos pasó aquella fiebre de juventud, ya no vamos a poder infiltrarnos entre ellos porque no van a permitirlo, ellos manejan un código que no nos pertenece, conocen el lenguaje de la calle del que estamos distanciados. En todo caso te van a contar lo que quieran contarte…y no te queda más que fiarte, tragar y tirar para adelante…cuidándolos desde la distancia, recibiéndolos con alivio cuando abren la puerta y agradeciendo que les fuera bien…alegrándote incluso de que se divirtieran de manera sana y natural…al igual que lo hiciste tú.

Pero esa voz…esa película que pasa por tu mente...de lo que fue cuando tenías tú el turno…imágenes de lo que viviste hace ya algunos años…fotografías divertidas de tu adolescencia y juventud. Y otra vez la voz que no cesa que no para de susurrarte y te narra...

…tú que viviste las fiestas años atrás en el centro del tornado…que te sentías incomprendida por los adultos, por tus padres, que mirando sus relojes cuando llegabas a casa, te preguntaban qué era lo que podías hacer hasta aquellas horas…altas horas de la madrugada…cuando en lo mejor de la fiesta tenías que marcharte para llegar, para meterte entre sábanas y descansar…tú que alguna vez también sentiste un cosquilleo cuando un petardo anunciaba que comenzaba la aventura…tú que ahora miras los toros desde la barrera…tú que ves que comienzas a comprender lo que sentían tus padres cuando miraban una y otra vez tu habitación…inerte por tu ausencia…una cama y un colchón frío y vacío que te echaba de menos.

…tú y tus circunstancias…experiencias vividas en tu pasado, parece que fue ayer y sin embargo ha llovido tanto desde entonces…y ahora mírate…mírate en el espejo…sonríes recordando alguna anécdota…alguna travesura inofensiva con la que te lo pasaste en grande y ahora eres tú…la misma pero con una manta en el sofá…esperando a quien tomó tu relevo…aquel a quien tuviste en tu vientre…aquel a quien protegiste tantas veces…aquel a quien mirabas cuando dormía en su cama…aquel que te falta porque ha encontrado quehaceres mejores y más interesantes que acompañarte…que está viviendo su momento de euforia…aquel que esperas que llegue en buenas condiciones…de la misma manera en la que atravesó la puerta tras pronunciar un hasta luego…ÉL…a quien vas a esperar...

Él…a quien tanto has hablado…a quien amas profundamente…desde tus entrañas…a quien quisieras que jamás le sucediera nada que pudiera perjudicarle…a quien trataste de educar lo mejor que supiste y pudiste…ÉL…que sabes que te quiere…pero que te pide que sueltes amarras…que te dice que deposites tu confianza en su buen hacer…que tiene pocas batallas a sus espaldas y muchas otras que librar por su cuenta…donde tú ya no dominas territorio. Él…que hambriento de vivencias…osado en esencia…creyente de que nada puede con su fortaleza y a quien tú aún ves como presa fácil…tú y tu instinto maternal, o paternal…tu mente adulta que quisiera controlarlo todo y al mismo tiempo es consciente de que hay cosas que se le escapan entre sombras y neblinas…tú que necesitas creer que todo lo que le has transmitido haya calado en él. Y en verdad confías en él…porque se lo ha ganado a pulso…pero tienes esa manía de olisquear el peligro en el aire…y alimentar tus miedos.

Ellos…los de fuera…los que hacen posible que lo prohibido esté al alcance…al alcance de todos, pero a ti quien te importa es ÉL, una vez más…ÉL, ese que esperas que no se tuerza por mostrarse vulnerable…a pesar de que esté en edad de poder hacerlo…

Tú otra vez…recordando que eres tú misma la que decide depositar algunos billetes en su mano alargada…consciente de que quizás los malgastará en lo que le dices que NO…pero que es consentido en silencio indirectamente…tú…que no quieres criarlo en un mundo apartado del mundo real al que decidiste traerlo y por eso sigues ciertos cánones establecidos por los demás…de los que también formas parte…No lo haces siempre…pero a veces cedes, aún cuando no te convence del todo. Pero te planteaste no ser intransigente ni rígida y terminas dando paso. Has negociado la hora de vuelta…al menos puedes hacerlo todavía…pero a él...no lo vas a ver mientras permanezca fuera de tu campo de visión...

Y...¿qué puedes hacer? te preguntas mientras miras el reloj…deseando de que las agujas corran lo más rápido que puedan y arañen el tiempo que falta para que puedas exhalar el aire que llevas contenido…tú…con tus miedos, con el discurso interno que te dicta lo que debes sentir…con ese parloteo interior con el que luchas cuando te martillea con palabras que te agitan por dentro…TÚ…que sabes que a veces lo que debería ser NO…es casi un SÍ porque de alguna manera lo consientes. Nadie que conozca va a quejarse a los bares en los que puede servirse cualquier cosa por ley prohibida…nadie se atreve por vergüenza…por miedo a sentase rechazado hasta por sus propios hijos…por miedo a represalias contra su persona o lo que es peor…por temor a que sea su propio hijo quien tenga que pagar la cuota.



Solo te cabe esperar…que ÉL tenga presente que el “NO es NO”, y que sepa pronunciarlo ante quien sea…se mofe o se ría de él…y que se haga respetar por quien convierte los NO en SÍ.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Les falta el aire...


Les falta el aire…porque ya desde pequeños son dominados por sus agendas…repletas de actividades extraescolares que persiguen prepararlos para un futuro brillante.

Les falta el aire…porque deben correr en contra de las agujas del reloj, para llegar puntuales a sus citas cotidianas con sus respectivas exigencias que los ahogan.

Les falta el aire…porque su jornada no termina una vez que suena el timbre del colegio y deben correr una maratón diaria que los agota y estresa.

Les falta el aire…por falta de tiempo para respirar.

Recuerdo que cuando era pequeña, terminaba el colegio y me marchaba a jugar a la calle con mis amigas y vecinos del barrio…hasta que llegara la hora de hacer la tarea y de cenar…antes de acostarme y descansar. Parece que las costumbres han cambiado…y cada vez son más los niños que tras terminar la jornada en la escuela, deben merendar a toda velocidad…sobre la marcha o dentro del vehículo que los lleva a todo correr a cualquier otro sitio donde deben seguir acumulando conocimiento sobre otras materias complementarias. Eso…cuando no deben engullir sus meriendas mientras se cambian de ropa…o quizás prescindir del bocadillo por no poder rascar unos cuantos minutos al día.

La cuestión es que hace algunos días me encontré con que Nora, una niña de once años, no podía cuadrar su agenda con sus compañeros para hacer un trabajo grupal…sus horarios no casaban con los horarios del resto…ocupados también por sus obligaciones. Otra compañera de trabajo, me hablaba de Ane, que lloraba angustiada…una niña de catorce años que comenzaba a verle las orejas al lobo al comienzo de curso…¡cómo será su final! Una niña que se daba cuenta que las exigencias del colegio iban en aumento y sus cinco actividades extraescolares le impedían realizar las tareas…por otra parte ineludibles…que sus maestros comenzaban a demandarle. Y yo pensaba…¿por qué nos lo cuentan a los docentes? ¿Somos los maestros quienes debemos adaptarnos a los ritmos estrepitosos impuestos a estos pobres niños? No sé si no se atreven a plantear sus problemas en casa o si por el contrario ya lo han hecho y buscan su consuelo en nosotros. No sé si lo que buscan es que los tratemos de forma diferente y les exijamos menos en el colegio para que puedan responder a sus tareas complementarias…no sé qué va a ser de ellos, la verdad no lo sé.

Cada vez más niños se quejan de que "no llegan” a todo. Algunos padres comentan que prefieren que sus hijos hagan otras cosas más provechosas que ver la televisión o jugar en el parque con sus amigos…otros padres repiten que “el saber no ocupa lugar” y que cuantas más cosas hagan mejor estarán preparados para el futuro…ese futuro tan negro en el que presumen que sus hijos deberán competir para hacerse un hueco en el mundo laboral…hay padres que confiesan claramente que deben apuntar a sus hijos en diversas actividades porque ellos no pueden atenderlos y se ven obligados a enviarlos a escuelas de música…pintura o a entrenamientos de diversos deportes, ya que hacerlo, les soluciona la vida…porque los adultos no pueden estar con sus hijos al verse desprovistos de su tiempo por tener obligaciones profesionales y tampoco tienen a nadie que los atienda. También hay padres que aseguran que son sus propios hijos quienes exigen que los apunten a clases extraescolares, porque sus amigos también van y quieren pasar su tiempo libre con ellos…aunque sea en un contexto regulado por otros adultos, por monitores formados para ello.

La pregunta es si verdaderamente “jugar” es perder el tiempo…si eso de “saber no ocupa lugar” no es del todo cierto y que el exceso de información y actividad no hace más que saturar a los niños…empachándolos absolutamente y llenando sus “discos duros” hasta casi quemar los fusibles…si no será que al final de todo...lo que se consigue con el abuso...no es más que atraer a las dificultades hacia nuestros niños…serias dificultades para que puedan concentrarse…serios escollos que no permiten que puedan disfrutar del momento…de ese AHORA que tanto predicamos…niños siempre preocupados por la siguiente actividad que se les echa encima…niños excesivamente programados, que terminan por aburrirse cuando no tienen a su lado a alguien que les gestione el tiempo…niños con un ámbito de decisión limitado…que podrán terminar por carecer de creatividad…la cuestión es si da exactamente igual que nuestros hijos tengan que sociabilizarse en entornos reglados y prescindir de hacerlo en escenarios libres como parques u otras zonas de juego diseñados para que den rienda suelta a su imaginación.

¿Son ellos los que quieren acudir a las famosas clases extraescolares? ¿Somos nosotros quienes necesitamos que lo hagan? ¿Somos los adultos quienes insistimos en someterlos a esa “formación cultural” para sus futuros?

La verdad te digo…que se me parte el alma al escuchar a niños de diez u once años decir “no me queda tiempo”…niños que seguro están siendo preparados para sus futuros…cuyos padres desean hijos exitosos…pero padres que quizás olvidan que jugar proporciona aprendizajes básicos para el desarrollo personal de sus retoños…aprendizajes relacionados directamente a la capacidad de crear e innovar y buscar soluciones por si mismos…habilidades imprescindibles también para esos futuros…habilidades relacionales y emocionales que facilitan una vida social sana. 

Las agendas apretadas en los niños parecen ser más la norma que la excepción. La creación de “chavales programados”, es decir, niños programados de manera productiva para los cuales hasta el último minuto de su tiempo está planificado está siendo hoy por hoy un grave problema, ya que en ciertos casos no se llega más que a arrebatarles la infancia  y pasar a tratarlos como si fueran adultos en miniatura.

Me gusta una frase de Rousseau que dice que “La infancia tiene su propia manera de ver, pensar y sentir, no hay nada más estúpido que intentar sustituirla por la nuestra.” Los niños deben vivir una vida de niños, en vez de considerarlos en todo momento como parte de un plan maestro para diseñarles el futuro. La vida no es un ensayo…¡la vida ya ha empezado!

No es fácil…lo sé…no es fácil educar a los niños en el siglo XXI…donde sobran consejos sobre como hacerlo. Quizás bastaría con tres pautas antes de “realizar el plan anual” para ellos.

Primero reflexión…para preguntarnos el por qué…el por qué necesitamos apuntar a los chicos en diferentes actividades, para saber si verdaderamente a ellos les gusta el dibujo, la música, el baile o el deporte…preguntarnos si no será que nos sentimos presionados por los demás, por seguir la ola que domina…si no será que lo que queremos es ser arquitectos de sus mentes…si no vamos a estar mucho más contentos si disponemos de tiempo libre para pasarlo juntos sin seguir un horario.

Segundo resistencia…para no hacer caso al “cuanto más deprisa mejor”…resistencia porque jugar también permite a nuestros niños aprender. ¡Vaya si lo hace!

Tercero reubicación…reubícate tú para poder participar en situaciones de juego y relación con tu hijo…porque así lo verás en acción, porque así te convertirás en un padre más sensible y receptivo.

Sería más que deseable ajustar la velocidad al momento y a la persona…ya que el tiempo no puede colonizar nuestras vidas…sino que hay que devolverlo a los niños y niñas, para que pueda ser vivido plenamente y para que sea un tiempo plenamente educativo.

Por otra parte…si la vida no nos permite cada día jugar, bailar, vivir…habrá que cambiar algo ¿no te parece?

Mientras tanto...

que a nadie le falte el aire...


lunes, 14 de septiembre de 2015

¿Rutinas o rituales?


Dicen que la vida consiste en una serie de actos repetidos. Si grabáramos nuestro funcionamiento de cada día que pasa, como si de una película se tratara…bien podríamos observar que nos puede resultar hasta difícil diferenciar unos días de otros. Nos levantamos, nos aseamos, nos vestimos, desayunamos, arreamos con los niños, vamos a los lugares de trabajo, comemos, puede que nos volvamos a desplazar a nuestra empresa, volvemos a casa, hacemos la compra, preparamos la cena, cenamos y nos vamos a dormir…y esto cada día. Tal vez suceda que...cualquier imprevisto que nos cambie la repetición de nuestras acciones…provoque un caos que nos saca de quicio…ya que a veces parece que quisiéramos controlar hasta el propio control. Bien es cierto que nadie nace con una rutina establecida…sino que vamos moldeando continuamente nuestra forma de actuar en base a nuestras necesidades y las diferentes circunstancias que nos acompañan.

No te digo que la rutina sea mala ni me refiero a que no debamos sujetarnos a ella…si lo que queremos es hacer que la vida diaria sea algo más controlable. Lo que ya no suena tan divertido es que nos convirtamos en seres mecánicos y hagamos las cosas sin ningún sentido, sin un ápice de afectividad…en definitiva sin corazón. 

Hay quien dice que odia las rutinas, que hacen que sus días parezcan iguales y necesitan de variedad y estímulos para poner emoción en sus vidas, un punto de aventura descontrolada que abre paso a la incertidumbre, afrontando riesgos…una sensación que provoca un cosquilleo con un punto de miedo o en algunos casos una pizca de placer. Los hay también que tras un período de descanso…no hacen más que aplaudir la vuelta a la rutina. Pareciera que esta misma rutina les diera seguridad, cuando ven que todo sigue en su lugar y que pueden anticipar lo que vendrá después…que cada paso que dan abre camino al siguiente…que ya está planificado con anterioridad…elementos predecibles del día a día que les resultan cómodos…rutinas estructuradas…costumbres que aunque para Shakespeare sean “monstruos que reducen polvo hasta los mejores sentimientos” hacen que la vida adquiera un tono más relajado. Los niños necesitan de estas rutinas o costumbres…el sentirse descolocados les hace sentir que están desnudos ante una manada de lobos y acentúa sus miedos. Ellos necesitan saber que su día a día está más o menos controlado…necesitan saber si van a comer en el colegio o deben ir a casa de vuelta…necesitan saber quien irá a buscarlos a la escuela cuando la jornada termine…necesitan una estabilidad para no sentirse ansiosos.

Dice Barbara Biziou, autora del libro “The Joy of Ritual”, que la mayoría de nuestras rutinas diarias son rituales inconscientes y los llevamos a cabo sin pensar en su significado. Lo que pensé al leer estas palabras fue si realmente un abrazo por la mañana o una despedida o incluso un beso a uno de nuestros hijos cuando entra en el aula...se podría categorizar como un acto inconsciente, por el efecto que producen las prisas con las que nos movemos y a partir de aquel momento…me prometí a mí misma que cada uno de estos rituales de conexión…tan impregnados de amor…jamás fuera un acto que careciera de consciencia…jamás fuera algo mecánico…sino que trataría siempre de dotar de sentido al mundo que me rodea, por mucha aceleración que me pidan las circunstancias.

Me gustó mucho leer la diferencia que hace Catherine L´Ecuyer en su libro “Educar en el asombro". Ella indica que el elemento diferencial clave entre la rutina que aliena al niño y el ritual que le hace tanta ilusión es la humanización del acto…es decir…El ritual es la rutina, pero humanizada. 

        "  - ¿Qué es un ritual?
          - Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora                 de las otras horas."
                                                            El zorro al principito

Deseo rutinas y al mismo tiempo deseo rituales para convertir los momentos más mundanos en momentos de conexión y cercanía, y así lo deseo para ti…para los que te rodean…para tus hijos y los míos...para todos los niños del mundo…porque son ellos quienes pasean por la vida…son ellos quienes consiguen que el tiempo casi pase desapercibido para ellos.

Si bien te he dicho antes que creo firmemente que las rutinas nos ayudarán a hacer de la vida diaria algo más controlable y contenido, el ritual logrará imbuir lo mundano con un elemento de magia. Todos los rituales tienen un propósito…hasta acostarse tiene el propósito de relajarse; leer un cuento a nuestros hijos tiene el propósito de conectarnos con ellos…además de otros aspectos emocionales que podemos reforzar…regalando un pequeño instante de ternura, un breve espacio de tiempo indescriptible de unión con nuestros hijos…que no tiene precio.

Al fin y al cabo son los detalles, los pequeños gestos, la sensibilidad extremada lo que educa y hace crecer.
Me quedo con una reflexión sobre rutinas y rituales de Alfredo Hoyuelos, que habla en un breve artículo titulado “Buenas ideas: La pedagogía del moco” y publicado en la revista Infancia, que se pueden limpiar los mocos a un niño de diversas maneras. Sabemos que el niño se sentirá más a gusto con la nariz limpia…pero ¿cómo lo hacemos? Pienso que en ciertas ocasiones puede que haya algo de inconsciencia en las maneras…cuando invadimos la pequeña nariz del niño y sin pedirle permiso atacamos con un pañuelo ejerciendo una fuerza excesiva. Hagámoslo con un adulto y veamos qué pasa. ¡Ahhh...eso no! No nos atreveríamos ni siquiera a pensarlo. Tomemos el acto de quitar los mocos entonces, en forma de ritual…explicándole lo que vamos a hacer…pidiéndole permiso…poniéndonos a su altura…mirándole a los ojos…mostrándole el pañuelo…regalándole una sonrisa. Y veremos que es muy distinto a pillarlo desprevenido. La diferencia quizá resida en que convirtiendo este acto en ritual…estamos poniendo nuestra alma en ese pañuelo que estamos usando.

Conservemos por lo tanto las rutinas…pero convirtamos aquellas que lo requieran en rituales humanizadores, con pequeños gestos de amor, con respeto y con el corazón. Puede que un equilibrio entre ritual y rutina sea un balance esencial de la vida.


Permíteme que ponga el broche a este escrito con una frase de Mario Benedetti…que dice que “El amor no es una repetición. Cada acto de amor es un ciclo en sí mismo, una órbita cerrada en su propio ritual. Es, cómo podría explicarte, un puño de vida."

jueves, 10 de septiembre de 2015

Lo que esperas de mi


Hace ya un par de meses que escuché una conversación entre dos chicas…muy jóvenes…que acababan de terminar su preparación como docentes. Chocaban sus manos jubilosas mientras decían en voz alta…¡por fin somos maestras! Me alegré sinceramente por ellas…las había tenido en mi aula años atrás cuando eran niñas…las conocía…y bien sé que podrán ejercer la docencia si tienen claro lo que los padres esperamos de ellas, confió y deseo en que lo harán bien, en que su ilusión no se apague y luchen cada día para regalar la mejor versión de sí mismas a quien todo lo merece por nuestra parte…los niños.

Llegó el momento de volver…volver al colegio, volver a retomar lo que dejamos antes del período estival o…comenzar nuevos proyectos que nos mantienen vivos, por el entusiasmo que producen en nosotros. El parón ha sido largo, sé que has hecho un gran esfuerzo. Tenías que trabajar mientras ellos, nuestros queridos niños, se quedaban en casa de vacaciones. También habrás podido disfrutar quizás de unas merecidas vacaciones con ellos. Si así ha sido, espero que hayan sido fabulosas…maravillosas y reparadoras. Pero toca volver, volver a engancharnos con la tarea…en mi caso en el aula. Seguro que sabes ya qué profesor o profesores van a acompañar a tu hijo en su curso escolar y si no lo sabes…estarás deseando conocer al educador que trabajará junto a él…para conducirlo a la mejora, para optimizar sus capacidades, para ampliar horizontes. Ojalá sea así, ojalá eche toda la carne en el asador para enseñar en pos de conseguir avances en todos y cada uno de los niños que diariamente acuden a la escuela, ojalá cuentes con el apoyo de quien cree firmemente que educar es una aventura con un final feliz, ojalá entrar en un aula no deje de ser una experiencia única para quien deba caminar junto a ese niño que tienes en casa…a la espera de comenzar su curso escolar.

Y hoy más que nunca quisiera decirte que...

          …creo saber lo que TÚ PAPA o TÚ MAMÁ…esperas de mi…o de alguien que como yo ejerza la labor docente.

Dime si en algo me equivoco…pero creo que te gustará que tu hijo esté en manos de una persona SENSIBLE
...que utilice sus ojos para mirar el rostro de tu hijo pero también su corazón...
...que afine sus oídos para atender todos y cada uno de los sonidos que lo rodean…desde una petición de ayuda, hasta un silencio que a calladas puede comunicarlo todo...
...que utilice el gusto para catar cualquier sabor que tenga la oportunidad de probar. Habrá de todo…sensaciones dulces o amargas pero tú quieres a alguien…que sepa reaccionar ante cualquier situación y que lo haga pensando en lo mejor para tu retoño...
...que lo olfatee todo con su nariz…que no se le escape ninguna fragancia que pueda percibir...
...que se defina a si mismo como una persona con tacto…que cobije y abrace a tu hijo…así como a todos sus compañeros.

No es cuestión de suerte…es cuestión de que tienes derecho, así como ellos lo tienen.

Pienso que también querrás un docente OBSTINADO…en términos de constancia y perseverancia, firme en sus decisiones…un ser humano capaz de actuar con criterio propio…un profesional de la enseñanza dedicado a la formación continua, que sepa que sus alumnos necesitan algo más que una pizarra y una lista de contenidos a engullir, un docente orgulloso de la profesión que ejerce, apasionado y amante de su hábitat…el aula.

Seguro que también esperas a alguien SOLIDARIO, con un sentido de la justicia intachable, capaz de atender todas las dificultades que se le presenten en su caminar, preparado para dar oportunidades constantemente, para alabar a los que progresan y alentar a los que más dificultades presentan…una persona disponible, colaboradora e implicada…en definitiva entregada. Alguien que no se olvida de que su aula está compuesta de muchas almas…diferentes entre sí…alguien que al mismo tiempo no olvide a ninguno de sus espectadores y que luche por dotar de significado su labor, para que todos sus niños se sientan cautivados y ninguno se pierda en el intento…alguien con deseo de que los niños se sientan motivados, que no etiquete ni se deje llevar por ningún prejuicio, que se esfuerce por igual con todos y cada uno de los niños y sepa que una sonrisa puede ser el comienzo de un gran día.

No dudo de que quieras que tu hijo sea acariciado por alguien que le ayude a ser la mejor versión de sí mismo, y todo eso porque necesita desarrollar su individualidad y personalidad para que en un futuro pueda valerse por sí mismo en la vida. Alguien que realmente eduque…pero con ganas, alguien que cuide hasta el mínimo detalle, que pueda sanar incluso algunos males…principalmente los que afectan al corazón, alguien que pueda quizás ser tu amigo, alguien que inspire…que tenga muy claro que no es indiferente su forma de navegar en la nave que lidera...

...alguien que despierte cada día con ganas de ser maestro.

Deseas un capitán de aula que sepa ver en la mirada de tu hijo...gotas de vida en manantiales de alegría…que aprecie cada talento impreso en cada uno de los pequeños individuos que dan sentido a su trabajo cada día…que se preocupe por bucear en el mundo interno de tu mayor ilusión…ese hijo que trajiste al mundo…que necesita saborear el goce del derecho de expresarse en libertad.

En verdad te digo que creo saberlo…creo saber que quieres que me de cuenta de que tengo que asegurarme que tu hijo desarrolle su autoestima y su conciencia del mundo, sus aspiraciones y sus valores personales, así como una gran seguridad en sí mismo como individuo, para que sea capaz de ver el papel positivo que desempeña a medida que emerge a la sociedad.

Qué es lo que voy a hacer…te preguntarás. Trabajaré para valorarlos más y más cada día…para valorar sus culturas y sus experiencias vitales, con la convicción más absoluta de que una talla única no es válida para todos. Ellos llegarán llenos de intereses atractivos y valiosos que quieren compartir y cultivar, experiencias que seguro les han fascinado…sobre todo en la época estival. Pienso que ellos tienen mucho que aportarme a mi también…y me encanta repetirme cada día que me levanto que no debo abandonar el aula sin llevarme algo que ellos me quieran regalar. Te prometo que lo guardaré en mi corazón de maestra y ser humano.

Dime si esperas algo más de mi como profesional de la enseñanza…dímelo…porque tú también tienes muchas cosas que espero de ti…

...PAPÁ…MAMÁ…feliz vuelta al cole.