Conocí a Carmen en un curso de formación. Congeniamos de inmediato, nuestras sonrisas se encontraron y siempre buscábamos cinco minutos para charlar antes de que nuestro formador comenzara la sesión. Me había contado retazos de su vida en pequeños capítulos. Se mostraba frágil, dubitativa, miedosa, débil, insegura…decía estar buscando la manera de cambiar su vida…un pequeño desastre según sus palabras, que no la satisfacían.
Carmen, aquella chica dulce y tierna, era bastante consciente de sus debilidades y fracasos…no vislumbraba sin embargo ninguna fortaleza…pero lo que parecía tener claro era que una de las amenazas de su vida había sido su propia madre. Ella describía a su progenitora como una persona bondadosa, muy en el fondo de su ser…su madre había sido buena persona y había procurado toda su vida que nada faltara a sus hijos. Pero al mismo tiempo, aquella madre se había pasado la mayor parte del tiempo de crianza de sus hijos...enferma, quejosa y lo que fue peor…triste…infeliz…inconforme con la vida que le había tocado vivir. Carmen no sabía muy bien si su madre se había inventado sus propias enfermedades o si ella misma las había creado…el caso es que casi desde pequeña se vio en la necesidad de prescindir de lo que ella calificaba como una madre “normal” y se había tenido que acostumbrar al hecho de que un día sí y otro también…se toparía al volver a casa con una madre gruñona aunque fuera casi siempre en silencio…pero al fin y al cabo, gruñona en potencia.
Carmen no había tenido según sus palabras una infancia fácil, pero tampoco le fue bien en su etapa adulta. Llevaba casi ocho años viviendo sola en su casa con una hija a la que adoraba y luchaba por no repetir el patrón que ella había mamado. Se maltrataba a sí misma diciendo que era una calamidad…que se proponía muchas cosas pero que no era capaz de cumplirlas. Que no podía ni siquiera invitar a nadie a su casa por lo desordenada que era…no quería compartir aquel caos doméstico con nadie y prefería lamentarse de sus errores antes que subsanarlos…ya que no se veía con la suficiente determinación para poder hacerlo, para poder hacer un “borrón y cuenta nueva” y empezar a sujetar con firmeza las riendas de su vida.
Así que, se dedicaba a contemplar y admirar a las personas que ella calificaba como “valientes” y “decididas"…o por lo menos a los seres humanos que ella clasificaba como autónomos e independientes y repetía que quisiera ser como aquellas personas que agarraban al toro por los cuernos y se enfrentaban a las adversidades con tesón, con energía y con responsabilidad. Llegó a la conclusión de que parte de lo que le sucedía era responsabilidad suya, pero le faltaba voluntad para dar un giro a una vida gris cuyo reflejo en el propio espejo de su alma se veía muy fea…siempre caía en el abismo del “yo no puedo ser como ellos” y la espiral de la constante negatividad la terminaba engullendo hasta hacerla desaparecer del mapa. A veces resurgía para hacer amago de un intento de supervivencia…pero volvía al mundo oscuro que al fin y al cabo se había convertido en su zona de confort, un mundo subterráneo donde podía refugiarse para que nadie le hiciera daño…uno de sus grandes temores…una angustia que había grabado en su mente hasta el punto de sentirse esclava de una realidad contradictoria…en su búsqueda por sentirse abrazada por quien la amara, pero en el intento de mantener su escudo en alto para que nadie entrara demasiado profundo en su existencia…para no tener que vivir ningún dolor, no al menos si ella podía evitarlo ya que se explayaba conmigo de que el sufrimiento que padecía ya casi colmaba su copa y no podía permitirse el lujo de añadir una sola gota de angustia porque se arriesgaba a perder el poco control que le quedaba.
La historia de Carmen me recordó una artista francesa llamada Louise Bourgeois. Puede que no la conozcas por su nombre, pero quizás te sea familiar alguna de sus obras…como la Maman o araña gigante que se exhibe al lado del museo Guggenheim de Bilbao. Si la has visto seguro que no te habrá dejado indiferente…una araña de bronce, mármol y acero inoxidable de casi nueve metros de altura que dicen que la escultora, pintora y dibujante...esculpió en homenaje a su propia madre. Su obra titulada Maman (mamá) simboliza de alguna manera la sobreprotección ejercida por su madre como “la araña que teje el nido”…donde sus hijos se crían y están libres de peligros. Pero también se podría decir que las mismas patas de la araña se asemejan a arcos góticos que podrían funcionar como jaula o guarida protectora de una bolsa llena de huevos que están pegados a su abdomen.
Madre protectora…y depredadora al mismo tiempo…araña que utiliza la seda para fabricar el capullo como para cazar a su presa…una araña que provoca miedo por su inmensidad…pero al mismo tiempo transmite vulnerabilidad al estar equilibrada sobre unas patas ligeras…que parece que pueden caer y romperse en pedazos.
Todo esto me da que pensar…me lleva a recordar que nosotros mismos fuimos condicionados por nuestros padres y la historia se repite con nuestros hijos. Los mensajes que recibimos de nuestros padres tuvieron mucha influencia en nosotros, puede que aún la sigan teniendo…así como los mensajes que lanzamos nosotros sobre los niños…ya que ellos al ser pequeños lo tragan todo. No te digo que haya mala intención detrás de las palabras que emitimos. Siempre he pensado que la mayoría de los padres actúan pensando que lo hacen por el bien suyo y el de sus hijos, aún a riesgo de equivocarse. Nadie dijo que tuviéramos que ser perfectos, piensa que nosotros mismos aprendemos cada día y nos enriquecemos en la tarea de educar…pero hoy quisiera además pedirte que busques aquellos mensajes que escuchaste de niño que pudieron limitarte como “cuidado con quien tratas” o cualquier etiqueta que te pudieron colocar…así como aquellas palabras alentadoras que pudieron dedicarte…palabras que te dieron alas para violar alto y llenarte de entusiasmo para conseguir tus propios objetivos. ¿Con qué mensajes pudieron limitarte? ¿Y con cuáles pudieron empujarte?
Y tú…¿limitas o empujas?
Te invito a que lo revises si tú quieres, te invito a que intentes diferenciar entre lo que “ves” y puedes afirmar porque es una realidad y un hecho en el que estaremos de acuerdo porque es constatable y lo que imaginas…lo que VEO y lo que IMAGINO, sujeto a mi interpretación y mi propia visión…una creación propia y una creencia personal que no tiene porque ser cierta.
Que tú lleves un pañuelo anudado a tu cuello, no significa que tengas frío…que lleves un semblante serio no implica que estés enfadado…que tu hijo tenga un comportamiento agresivo alguna vez no significa que sea una persona agresiva…Las interpretaciones que hacemos sobre nuestros hijos desde la perspectiva de padres, construyen a veces conceptos y etiquetas que a su vez construyen realidades que moldean de algún modo a nuestros hijos. El lenguaje crea realidades…es creador en si mismo. Hay palabras que matan y hieren y otras que sanan y liberan…mensajes que limitan y paralizan y otros que motivan. Nuestros niños, no tienen mucha capacidad para filtrar la información que reciben y las interpretaciones que les obsequiamos son absorbidas por ellos de manera que apoyan su desarrollo personal y sus creencias en lo que escuchan cada día.
Aquellos mensajes que tú escuchaste cuando eras niño ya fueron dichos…ya hicieron su trabajo y a lo mejor o a lo peor dejaron un poso importante en ti. Puede que quizás hayas utilizado tú alguno…pero ya sabes que siempre estamos a tiempo para pensar…para reflexionar y mejorar. Nada está perdido si tratamos al menos de ser conscientes de que sí que podemos hacerlo…de que lo que puede funcionar sea tratar a nuestros niños como importantes huéspedes de una civilización desconocida en la que desconocen algunas cosas…pero están ansiosos por conocer.
Te lanzo mi propuesta para que pienses si quieres en...
…cómo miras a tus hijos...
…qué etiquetas o conceptos construyes…
…cómo miras tú mismo la realidad, el mundo, la vida…¿llena de peligros o llena de oportunidades?
…cómo valoras las situaciones cotidianas…¿ves la botella medio vacía o medio llena?
…cuáles son tus creencias e interpretaciones...
…para que puedas pensar en si limitas o empujas…o si equilibras las dos cosas.